El pasado de Cuarón

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ROMA

Que el modo de hacer y ver cine ha cambiado desde la aparición de las plataformas es un hecho que cada vez resulta más evidente. También que las empresas exhibidoras tendrán que acostumbrarse al cambio, al nuevo modo y los nuevos tiempos que ello implica. Y que el mejor cine se hace precisamente ahí, en las plataformas, es otro hecho que más pronto que tarde terminará por revelarse.

En apenas unos meses hemos podido ver cintas tan maravillosas como Aniquilación (Alex Garland), Wind River (Taylor Sheridan), Ingrid goes West (Matt Spicer), La balada de Buster Scruggs (Joel y Ethan Coen) o esta Roma, que directamente apunta a ser la mejor película del año. Algo que, si no es cierto, se va a acercar bastante.

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Ganadora del León de Oro en Venecia, nominada a tres Globos de Oro, elegida como mejor película del año por numerosas asociaciones de críticos, Alfonso Cuarón nos presenta aquí su película más personal, más íntima, desnudándose y mostrando un retrato de su infancia, de sus recuerdos, haciendo un homenaje a las mujeres que los criaron (a él y a sus hermanos), en especial a Cleo, la joven sirvienta de una familia que vive en la Colonia Roma, barrio de clase media-alta del Distrito Federal, mostrando también los conflictos domésticos, las jerarquías sociales, en un ambiente de revueltas y agitación política.

México-Estados Unidos, 2018 (135′)
Escrita y dirigida: Alfonso Cuarón.
Producción: Nicolás Celis, Alfonso Cuarón, Gabriela Rodríguez.
Fotografía: Alfonso Cuarón.
Montaje: Alfonso Cuarón, Adam Gough.
Intérpretes: Yalitza Aparicio (Cleo), Marina de Tavira (Sra. Sofía), Diego Cortina Autrey (Toño), Carlos Peralta (Paco), Marco Graf (Pepe), Daniela Demesa (Sofi), Nancy García García (Adela), Verónica García (Sra. Teresa), Andy Cortés (Ignacio), Fernando Grediaga (Sr. Antonio).

Cuarón abandona la ciencia ficción de sus obras anteriores (Hijos de los hombres y Gravity), cintas donde evidenciaba un virtuosismo visual que aquí está aparentemente en un nivel más bajo, dejando más fuerza a la historia, a los personajes. Pero es solo una apariencia, ya que el poder visual de Roma es también inmenso. Rodada en un poderoso blanco y negro, y utilizando (como en aquellas) largos planos secuencia que resultan menos evidentes (apenas te das cuenta de que no hay cortes) pero que están ahí, planos elegidos y rodados al milímetro, imágenes que son pura belleza, puro estilo. Planos en los que pasan muchas cosas, delante y detrás, al fondo. Historias que se suman y completan, y es aquí donde Roma gana, no solo en lo que cuenta (de hecho, aparentemente cuenta poco), sino en lo que parece estar oculto, en segundo plano.

Y también en el plano simbólico, en los que la cinta abunda. Por ejemplo, hay muchos aviones, que aparecen constantemente, en el cielo, en el reflejo de un charco, en la película que los protagonistas ven en el cine. Es una vía de escape del mundo en el que viven. También hay mierda, un suelo lleno de mierda de perro, personajes que viven en la mierda; todas las familias tienen su lado oscuro aunque aparenten felicidad. Y agua, constantemente, en el suelo, fregando la mierda que jamás termina de irse, en la lluvia, en el mar…

Es una película que se viste de sencillez, pero que es más profunda de lo que su trama parece contar. Visualmente apabullante, sin necesidad de acudir a los artificios de Gravity (por ejemplo), bellísima, y con una protagonista de la que enamorarse, Roma parece a veces un documental, un retrato de una época que Cuarón recuerda y homenajea.

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