Mélanie Laurent hace las Américas

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GALVESTON

Después de escapar de una emboscada que le ha tendido su propio jefe y matar a los que iban a matarle a él, Roy (un sicario que acaba de saber que es enfermo terminal) escapa llevándose con él a Rocky, una joven a la que descubre cautiva en la casa que pretendidamente tenía que asaltar.

Buscando refugio, acude a Galveston, donde nació, y donde debe encontrar la forma de que su jefe no dé con él mientras trata de escapar de sus demonios del pasado y de los de Rocky.

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Basada en la novela de Nic Pizzolatto (el autor de True Detective), y con un guion del propio escritor (bajo seudónimo), la actriz francesa Mélanie Laurent dirige por primera vez en Estados Unidos (después de otras tres películas en su idioma natal) con parte de su equipo habitual (por ejemplo, su director de fotografía es el mismo de todas las ocasiones). Y lo hace con una historia que resulta desoladora e implacable con sus personajes.

Estados Unidos, 2018 (91′)
Dirección: Mélanie Laurent.
Producción: Tyler Davidson.
Guión: Nic Pizzolatto, basado en su propia novela.
Fotografía: Arnaud Potier.
Música: Marc Chouarain, Eugénie Jacobson.
Montaje: Joseph Krings.
Intérpretes: Ben Foster (Roy Cady), Elle Fanning (Rocky), Anniston Price y Tinsley Price (Tiffany, niña), Adepero Oduye (Loraine), Robert Aramayo (Tray), María Valverde (Carmen), Beau Bridges (Stan), Lili Reinhart (Tiffany, adulta).

Laurent, que ya había demostrado en obras anteriores cierto talento tras las cámaras (por ejemplo, en Respire), se maneja bien a la hora de tratar las dos vertientes de la historia, la parte criminal, la trama gangsteril y de thriller por un lado, y el drama íntimo de los personajes, con todo lo que arrastran tras de sí. En ello tienen también gran parte de culpa las interpretaciones de sus dos protagonistas, ambas magníficas, Ben Foster y Elle Fanning.

Falla en desaprovechar algunos personajes que podrían dar más juego (la exnovia de Roy, actual pareja de su jefe, una María Valverde que aparece apenas un par de minutos, o el propio jefe, que tampoco llega a los cinco minutos en pantalla). Quizá es cierto que durante gran parte de la cinta, la trama parece que se deja llevar, transcurre sin estruendos, y es en su parte final donde Galveston se eleva, donde la oscuridad se adueña de la trama con situaciones de una dureza aterradora.

Pero la dirección altamente solvente de Laurent (incluso en las escenas de acción, donde era novata), las interpretaciones, la fotografía y un guion potente, hacen que haya secuencias que permanezcan grabadas en la mente del espectador tiempo después de su finalización. Y todo ello, como decíamos, sin estruendos, sin grandes artificios visuales ni argumentales, centrándose en unos personajes unidos por la excepcionalidad de sus situaciones personales.

Más críticas en en el siguiente enlace.

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