Mercury, más allá del homenaje

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BOHEMIAN RHAPSODY

Auspiciada por el resto de los miembros de la banda, una de las bandas más grandes de la historia del rock (esto es más que una opinión, las cifras cantan), sobre todo por Brian May, esta Bohemian Rhapsody que ha tardado casi una década en ver la luz desde que el proyecto se puso en marcha, es todo un homenaje a la figura de Freddie Mercury, más allá de su egolatría, de su excentricidad, de su conflictividad. Tanto que por momentos abandona el nivel de biopic, hasta casi casi alcanzar la hagiografía en toda regla.

El proyecto no ha estado exento de conflictos, siendo el más sonado, el despido por parte de la productora de su director, nada menos que un Bryan Singer que, no obstante, sigue apareciendo en los créditos (si bien ha sido eliminado de la nómina de productores). Singer, tras varios problemas con retrasos y enfrentamientos diversos con el protagonista, fue expulsado y sustituido por Dexter Fletcher, quien se limitó a dar los últimos retoques y atar los últimos flecos.

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Si Bohemian Rhapsody sobresale por encima del resto de biopics, es gracias a su protagonista. Rami Malek está más que convincente como Mercury, tanto que a veces te olvidas de que está interpretando y llegas a creerte que es el verdadero. Él es el que sustenta una película que, en lo que se refiere a guion, patina en diversos momentos.

Reino Unido-Estados Unidos, 2018 (134′)
Dirección: Bryan Singer.
Producción: Jim Beach, Graham King.
Guión: Anthony McCarten.
Fotografía: Newton Thomas Sigel.
Música: Queen.
Montaje: John Ottman.
Intérpretes: Rami Malek (Freddie Mercury), Lucy Boydon (Mary Austin), Gwylim Lee (Brian May), Ben Hardy (Roger Taylor), Joseph Mazzello (John Deacon), Aidan Gillen (John Reid), Allen Leech (Paul Prenter), Tom Hollander (Jim Beach), Mike Myers (Ray Foster), Aaron McCusker (Jim Hutton), Meneka Das (Jer Bulsara), Ace Bhatti (Bomi Bulsara), Priya Blackburn (Kashmira Bulsara).

Falla sobre todo al no abordar con valentía algunos de los temas más conflictivos de su vida. Los responsables de la trama se han tomado, además, alguna que otra licencia al contar la historia del cantante. Algo que se antoja, cuanto menos, extraño. Es más que seguro que la vida de Mercury tuvo momentos mucho más intensos y memorables (que no se cuentan) que algunos de los que aparecen aquí. Se podría haber puesto, además, algo más de énfasis en los últimos años de vida del cantante, sobre los que decir que pasa de puntillas es decir mucho, ya que la historia se queda en 1985 y los posteriores se los ventilan con unos cuantos rótulos finales.

Y es que aquí, la protagonista indiscutible es la música. Los fans de la banda se dan un verdadero festín. Conocemos las ideas que sirvieron para dar luz a muchas de sus creaciones (We will rock you, Love of my life, o la que da título a la película). Y todo está orientado al apoteósico final (también son los primeros momentos de la cinta), el mítico concierto que la banda dio en el Live Aid el 13 de julio de 1985, veinte minutos gloriosos para la Música de los que algo más de diez sirven para cerrar la película. Y aquí sí, la película se eleva como pocas.

También hay en la cinta momentos divertidos, como el guiño que hace Mike Myers, que interpreta al productor Ray Foster, quien rechazó elegir como single Bohemian Rhapsody porque era un tema que no podía ser bailado por los jóvenes moviendo la cabeza, que es lo que él hace precisamente con esa canción al principio de Wayne’s world, quizás la escena más divertida de la película, y que el propio Freddie Mercury encontraba hilarante.

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