Una experiencia lisérgica

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CLÍMAX

Decir que un determinado libro o película no está hecha para el paladar de todos puede sonar pretencioso, considerarte superior al resto, que no han podido captar el mensaje ni disfrutar como tú lo has hecho. Pero lo cierto es que el cine del franco-argentino Gaspar Noé no es plato apropiado para cualquiera. De hecho, son más sus detractores que sus defensores. Incapaces de darle valor a la provocación desmedida de sus películas, a su estilo y estética visual, al estilo poderoso que rezuman sus obras.

Esta Clímax, ganadora del reciente Sitges, sin ser la más radical de sus cintas, aunque sí quizás la más redonda, tiene mucho de su obra anterior, de eso que podríamos llamar su estilo. La cámara es un personaje más de la historia, estática o en continuo movimiento, con objetivos que deforman la realidad, que la vuelven del revés, sirve para dar mayor significado a lo que nos está contando. La estructura de la trama se deforma, colocando el final justo al principio, incluyendo los créditos finales en los primeros cinco minutos, para pasar después al meollo de la cuestión. Y vaya meollo.

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Basada en unos hechos reales que sobrecogieron a Francia a mediados de los 90, la historia sitúa a veinte jóvenes bailarines (de distintos sexo, raza, religión, orientación sexual…) en un internado abandonado en medio de un bosque. Llevan días preparando un tour por América. Como final de los ensayos, mientras fuera cae una gran nevada, dan una fiesta junto a una enorme fuente de sangría. A medida que avanza la noche comienzan a sentirse mal, a comportarse de manera extraña, llegando a la conclusión de que alguien ha echado algo a la bebida. Entonces comenzará el descenso a los infiernos, los delirios, las paranoias, y todos sacarán lo peor de sí mismos, perdiendo la razón y dejándose adueñar de sus peores y más violentos instintos.

Francia, 2018 (95′)
Escrita y dirigida: Gaspar Noé.
Producción: Brahim Chioua, Richard Granpierre, Vincent Maraval, Edouard Weil.
Fotografía: Benoît Debie.
Montaje: Denis Bedlow, Gaspar Noé.
Intérpretes: Sofia Boutella (Selva), Romain Guillermic (David), Souheila Yacoub (Lou), Kiddy Smile (Daddy), Claude-Emmanuelle Gajan-Maull (Emmanuelle), Giselle Palmer (Gazelle), Taylor Kastle (Taylor), Thea Carla Schott (Psyche), Sharleen Temple (Ivana), Lea Vlamos (Lea), Alaia Alsafir (Alaya), Kendall Mugler (Rocket), Lakhdar Dridi (Riley), Adrien Sissoko (Omar).

Estructurada en tres actos, la cinta comienza con una larguísima toma aérea en la que vemos a una mujer ensangrentada agonizar en la nieve en busca de una salvación que se vislumbra improbable, tras la que aparecen los títulos de créditos finales. Arranca así, el primer acto, un plano estático de más de quince minutos en la que los bailarines se presentan a través de la pantalla de un viejo televisor rodeado de libros y películas que dan una idea de lo que va a venir después. Continúa con una escena de baile prodigiosa, inmenso plano secuencia que nos presenta el decorado y a los protagonistas en acción; un conjunto de escenas fragmentadas de diálogos, en las que los protagonistas conversan, con una intensidad que va en aumento, y en los que el espectador se va sintiendo incómodo, a la vez que subyugado, a medida que avanza el tiempo.

Entonces todo empieza a torcerse. Cuando los personajes empiezan a sentirse mal, comienza la búsqueda del culpable, y se inicia una cacería humana con insultos, incitación al suicidio, sadismo, paranoias homicidas… Un éxtasis en el que los personajes no son conscientes de sí mismos y en el que hasta la cámara (como personaje que es) también pierde su norte y acaba por ponerlo todo patas arriba.

Aunque también es cierto que Noé no pretende sólo epatar; siempre hay algún reflejo (crítico) hacia la sociedad, algunos temas de los que hablar. Se habla de la familia, de los hijos que lastran posibilidades de tener una carrera, del aborto (Noé, siempre partidario), de sexo (siempre presente en sus obras)… Pero quizás la historia sea lo de menos: no es necesario comprender todo lo que pasa en Clímax, hay que vivir la experiencia, sentirla, dejarse llevar.

Clímax es un delirio, una cinta de terror en la que el director vuelve a seducir con los rasgos que le son conocidos, y crea con ellos la que quizás sea su película más redonda, su mejor obra. Incómoda, compleja, visualmente fascinante, polémica y, por supuesto, para nada plato para todos los paladares. Más críticas en happyphantomblog.wordpress.com.

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