Semilla y piedra

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(Marcos 6, 26-34) CANTA LEÓN FELIPE, en un poema sublime, a la sencillez de una piedra, de un canto rodado que se encuentra por un camino; y con ella compara su vida. «Como tú, piedra pequeña; como tú, piedra ligera; como tú. Que no sirves para ser ni piedra de un palacio, ni piedra de una lonja, ni piedra de una iglesia. Como tú, que tal vez estás hecha sólo para un honda. Como tú, piedra pequeña».
Reconocer nuestra pequeñez, en medio del mundo inmenso y de la complejidad de la historia, no es sólo cuestión de verdad, sino que es el primer paso para vivir en paz fecunda. Si León Felipe comparó su vida con un simple guijarro, otro poeta anterior comparó la vida de las personas con la semilla de la mostaza, que siendo la más pequeña de las semillas, cuando se entierra y brota se convierte en un árbol grande donde hasta los pájaros pueden poner sus nidos. Gran parte de nuestras ansiedades y errores, de nuestros nervios e insatisfacciones vienen por querer recorrer caminos de grandeza, cuando de natural somos pequeños, y sólo Dios es quien nos hace dar fruto cuando aceptamos vivir en entrega humilde.

Acaso alguna vez podamos ser la piedra de una honda, como la que recogió David del suelo, y sirvamos para ganar alguna batalla contra el mal, que como Goliat siempre aparece arrogante, imponente y metiendo miedo.

Semilla fecunda y piedra que hace justicia, todo tiene su momento. Lo importante es que estemos donde se nos necesita, sembrados en el surco, cercanos a los pasos del pueblo.

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