El espíritu de la Ley

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NO SIEMPRE la Ley tiene buena prensa. Cuando nos penaliza por algún comportamiento o cuando va contra nuestros intereses, normalmente, renegamos de ella. Muchas veces sabemos que se elabora a beneficio de quién más poder tiene. Pero todos sabemos que sin ley los abusos de los más poderosos y violentos no tendrían límite. Y quizás esta sea una de las virtualidades más importantes, también, de la Ley de Dios, tal y como nos la narra el libro del Éxodo.

Los israelitas habían sido liberados por Dios de la mano de Moisés de una esclavitud y una opresión insoportables. El faraón dictaminaba que su voluntad arbitraria era ley, y se permitía toda clase de abusos -hasta el asesinar a niños judíos recién nacidos-. Cuando el Pueblo de Dios llega al Sinaí y se le entrega las Tablas de los Mandamientos de la Ley de Dios, comienza a saber que Dios no quiere el abuso de una persona hacia otra: no matarás, no mentirás, no robarás, no destruirás una familia; que nada en este mundo puede atribuirse un valor absoluto fuera de la voluntad salvadora del Dios de la Vida, por eso sólo a Dios hemos de adorar y dar culto. Los mandamientos de la Ley de Dios abren un espacio de humanidad donde los hombres pueden relacionarse con lealtad, y puede cada uno abrirse a la bondad de Dios tal y como es llamado en su vida.

Los mandamientos son un punto de partida para poder vivir nuestra vida en la llamada al amor y a la plenitud de entrega que Dios regala a todos. No te conformes con no transgredir los mandamientos, busca en tu interior cómo acoger y responder al inmenso amor que Dios te profesa.

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