Durante un tiempo fue la mejor película de la historia, la mejor valorada por la crítica, según el portal Rotten Tomatoes, si hacemos caso del (extraño e incomprensible) algoritmo que utilizan, al recibir 164 críticas positivas y ninguna negativa. Después ya la cosa cambió y su posición se corrigió. Aunque lo cierto es que sigue siendo una película inmensa, mucho mejor de lo que pudiera parecer a primera vista.
Actriz y guionista de alguna de las películas independientes más interesantes de la última década, Greta Gerwig dirigió Nights and weekends junto a Joe Swanberg (ellos eran también protagonistas y guionistas de la cinta). Pero esta es la primera vez que dirige en solitario, y este debut no podía haber llegado con mejor fortuna.
Christine es una adolescente, estudiante en una escuela religiosa del último año antes de la universidad, que vive en Sacramento, ciudad que odia y de la que desea salir para irse a estudiar a Nueva York, aunque su familia no puede permitírselo. Compulsiva, inteligente y alocada, se hace llamar Lady Bird, y está en una etapa vital en la que las hormonas están alteradas. Tiene prisas por crecer, surge el deseo sexual, el primer amor, la incomprensión de/hacia su madre aumenta, los problemas con los amigos… lo normal en toda adolescencia.
Quizás Lady Bird no tenga ideas originales. Es más, sigue paso por paso todas y cada una de las fases de toda película sobre el paso de la adolescencia a la madurez. Hay también ciertas referencias a La chica de rosa, Ghost world, Juno… Entonces, ¿qué es lo que diferencia a esta cinta de las otras de su género? El alma, el modo de narrar, la forma en la que Greta Gerwig cuenta las cosas, cómo trata a sus personajes. No son planos, hay múltiples capas en ellos, en una adolescente que busca su lugar en el mundo, que vive en la indefinición, con los miedos típicos de la adolescencia. En la relación madre-hija que es la base de la historia. Una relación en la que se intercalan el amor, el odio, la ira, el enfado, la incomprensión. En los diferentes modos y estados por los que pasa la amistad…
Estados Unidos, 2017 (94′)
Escrita y dirigida: Greta Gerwig.
Producción: Eli Bush, Evelyn O’Neill, Scott Rudin.
Fotografía: Sam Levy.
Música: Jon Brion.
Montaje: Nick Houy.
Intérpretes: Saoirse Ronan (Christine ‘Lady Bird’ McPherson), Laurie Metcalf (Marion McPherson), Tracy Letts (Larry McPherson), Lucas Hedge (Danny O’Neill), Timothée Chalamet (Kyle Scheible), Beanie Feldstein (Julie Steffans), Lois Smith (Hermana Sarah Joan), Stephen Henderson (Padre Leviatch), Odeya Rush (Jenna Walton).
Con Lady Bird Gerwig firma una película con un innegable cariz autobiográfico, en la que Saoirse Ronan (el talento de esta actriz inmensa no deja de sorprendernos) se convierte en el alter ego de Greta Gerwig. El personaje tiene la edad que ella tenía en la época en la que transcurre la historia, sus padres tienen los mismos trabajos, la acción se desarrolla en la ciudad en la que Gerwig nació y se crió… Es esta una historia personalísima, con una humanidad inmensa, y que muestran la enorme inteligencia de la directora que está detrás.
Pero Ronan sólo es la punta de lanza de un grupo de intérpretes magnífico. El quinteto de adolescentes compuesto por la protagonista, Lucas Hedges, Timothée Chalamet, Beanie Feldstein y Odeya Rush, son fantásticos. Y qué decir de Laurie Metcalf, la única actriz con posibilidades reales de robarle el Oscar a mejor actriz de reparto a una Allison Janney que casi lo tiene en el bolsillo.
Es el talento inmenso de Greta Gerwig el que ha logrado que una película construida con unos mimbres ya conocidos, e incluso trillados, resulte fresca, que nos emocione, que empaticemos con sus personajes. Una ópera prima que, a parte de mostrar una relación materno-filial como pocas veces hemos podido ver, es también (aunque no lo parezca en un principio) un canto de amor al hogar, a la tierra natal, en esa Sacramento (lugar de origen de la propia Gerwig) que sólo descubre que ama una vez que la ha abandonado.
