Tras arrasar en la última edición de uno de los festivales más importantes del planeta, el de Berlín, donde no sólo se alzó con su premio más importante, el Oso se Oro, sino también con el premio del Jurado Ecuménico, el FIPRESCI que otorga la prensa y el de los lectores del Berliner Morgenpost (o sea, jurado, prensa y público puestos de acuerdo en premiar a una misma película; algo, verdaderamente inaudito) se estrena esta película húngara, cinematografía interesante de la que nos llegan muy muy contadas muestras a nuestras salas.
La directora magiar Ildikó Enyedi, que se ha llevado casi dos décadas sin rodar un largometraje, tiempo que ha dedicado a la enseñanza, al documental, y otras tareas varias, trata aquí, como en sus anteriores películas, de mostrar su visión del ser humano, de cómo se relaciona con el mundo (en ocasiones hostil) que le rodea, de cómo se enfrenta a situaciones que (muchas veces) le superan.
Aquí se centra en dos seres desubicados, dos personas heridas e introvertidas (el director comercial de un matadero, con un brazo inutilizado, y la nueva inspectora de sanidad del mismo lugar, con un síndrome de Asperger que la incapacita para relacionarse con la gente, una niña grande que come ositos de gominola y sigue visitando al psicólogo infantil a pesar de que este la invita a que busque alguien adecuado a su edad), solitarios a la fuerza aunque por razones distintas, que por una casualidad descubren que cada noche comparten los mismos sueños. A medias entre sorprendidos y asustados por esta coincidencia, intentarán recrear sus experiencias oníricas en la vida real. Pero la tarea resultará más complicada de lo que pensaban en un principio.
Hungría, 2017 (117′)
Título original: Teströl és lélekröl.
Escrita y dirigida: Ildikó Enyedi.
Producción: Ernö Mesterházy, András Muhy, Mónika Mécs.
Fotografía: Máté Herbai.
Música: Adam Balazs.
Montaje: Károly Szalai.
Intérpretes: Géza Morcsányi (Endre), Alexandra Borbély (Mária), Zoltán Schneider (Jenö), Ervin Nagy (Sanyi), Tamás Jordán (Doctor de Mária), Zsuzsa Jaro (Zsuzsa), Réka Tenki (Klára), Júlia Niakó (Rózsi), Itala Békés (Zsóka).
Enyedi se sirve de situaciones que parecen importantes (un robo en las instalaciones médicas del matadero, la investigación policial alrededor del mismo, incluso la mencionada coincidencia onírica) pero que en el fondo son anécdotas, para narrar esta atípica e inusual relación entre dos personas separadas de la sociedad, y los dos mundos que se ‘enfrentan’: el frío, preciso y aséptico del matadero, y el más terrenal y cálido del exterior. Aunque aquí afrontamos una contradicción, ya que los pisos de ambos son igualmente fríos, desprovistos de toda calidez humana (apenas hay muebles, objetos, los dos cenan solos comidas precocinadas, sin más compañía que la televisión).
En su contra, quizás, la inclusión de algunas escenas de exceso de sangre, de animales muertos, colgados y despiezados, que se sienten innecesarias y hasta gratuitas (aunque al menos, no se ve el momento de la muerte); tampoco sorprende el tener personajes difíciles que se enfrenten a relaciones imposibles (de hecho, ya empieza a estar manido el tema). A su favor, está bien rodada, con una ambientación bastante lograda, su punto de partida es interesante, y los actores (ella, actriz profesional, él, novato en esto de la interpretación) dan carne y alma a sus papeles.
Bonita historia, ciertamente previsible, y que quizás recibió un excesivo reconocimiento en su paso por Berlín.
