Todos somos Cataluña

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Eso es lo que decíamos cuando Barcelona tuvo la desgracia de ser el escenario de uno de esos horribles atentados que tan tristemente se han puesto de moda en estos tiempos.
Pero ahora, toda España, sigue siendo Cataluña cuando vemos que vuelven a atentar contra los derechos y las libertades de un pueblo español, el catalán, que lo único que quiere es vivir en paz y en perfecta armonía con sus vecinos.

Me dirán que estoy loca, pero este enfrentamiento entre vecinos, amigos, familiares y compañeros de trabajo me recuerda mucho a lo que mi padre me contaba que ocurrió en la Guerra Civil.

Sé que son otros tiempos y que las circunstancias actuales no son las mismas pero cuando oigo, estos días, en la radio los testimonios de los españoles que viven en Cataluña un escalofrío me recorre la espalda:

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“A mis hijos los acosan en el colegio por ser yo Policía Nacional”, “Llevamos 30 años viviendo en Barcelona, mi mujer madrileña yo extremeño y mis hijos catalanes. Nos vamos a tener que ir de aquí porque mi mujer dice no soportar más la presión y el miedo”.

La culpa de todo esto, como siempre, la tienen los políticos y no es algo que se haya fraguado en los últimos días, ni en el último año, esto viene de muy antiguo, desde que comenzó la democracia, los mandatarios les han dado todos los privilegios, los han tratado como los niños bonitos de España con tal de que estuviesen tranquilos y contentos. Les dieron competencias en Educación, muy bien, y el independentismo lleva décadas sirviéndose, con pocos escrúpulos, del arma decisiva de la Educación para extender su pensamiento único en los colegios e institutos de Cataluña.

La manipulación de los libros de texto denunciada por editores y sindicatos de profesores (los niños catalanes no saben lo qué es el Siglo de Oro ni lo que se celebra el 12 de octubre ni lo que es el Camino de Santiago, ETA es descrito como un mero grupo radical, los Romanos solo ocuparon Cataluña, la Península Ibérica es una coincidencia geográfica y España un conglomerado de pueblos…) o la exclusión del castellano de las aulas han sido posibles porque los sucesivos gobiernos de la Nación miraron hacia otro lado o quizás les sirvieron para mercadear con las competencias.

¿Y ahora qué? Pues el gobierno de la Generalitat tiene que cesar de inmediato en su actividad independentista y ceñirse a su compromiso democrático, por el que se le votó para gobernar y respetar a todos y cada uno de los ciudadanos españoles que viven en Cataluña (independientemente de su ideología). Y el gobierno de Rajoy tiene que poner en marcha todas las herramientas establecidas para hacer cumplir la ley con eficacia y con contundencia y ya puestos el Estado debe aprovechar para que la libertad de pensamiento y el rigor histórico vuelvan a las aulas catalanas.

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