El pasado día 5 de agosto una paloma blanca emprendió el vuelo eterno hacia la casa eterna. Fue doloroso asistir a su pronta partida, pero así debía ser, ya que fue llamada para cumplir otra misión.
Su estancia con nosotros fue una vida de abnegación, entrega, labor callada, solícita y con el regalo de una sonrisa amplia y sincera. Porque, ¿hay algo más limpio que una transparente sonrisa?
La salinidad de las lágrimas del dolor han sido dulcificadas con el ejemplo de su vida y siempre… Una sonrisa.
Hoy, desde estas líneas, quiero agradecer a todos por vuestras muestras de cariño y afecto a la familia. Y para ti, paloma blanca, hermana Inmaculada, gracias por enseñarme que la vida sin una sonrisa como la tuya es muy difícil.