1601-2017. Santa Ana, abogada de los nazarenos

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1601-2017. Santa Ana, abogada de los nazarenos

A lo largo de los siglos los nazarenos han acudido a Señora Santa Ana implorando protección y ayuda ante las numerosas calamidades que han asolado Dos-Hermanas, tales como epidemias, pertinaces sequías, plagas y otras catástrofes naturales.

No debemos olvidar que era la principal devoción de la villa, de ahí que, entre otras cosas, fuera proclamada (quizá muy a principios del XVII) Patrona de Dos-Hermanas y se celebraran grandes fiestas en su honor. Los nazarenos veían a la Santa Abuela de Cristo como especial intercesora o abogada ante Dios cuando se presentaba algún mal.

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Y tantos beneficios recibían, que no dudaban en reflejar su agradecimiento y, sobre todo, su devoción hacia Santa Ana en los documentos de la época. Por poner solo unos ejemplos, don Francisco de Guzmán y Ponce de León, destacado hacendado de la Dos-Hermanas del siglo XVIII, se refería siempre a nuestra Patrona como “mi Señora Santa Ana”, y su abuelo materno, el poderoso hidalgo nazareno Francisco Domínguez de Rivas en su poder para testar de septiembre de 1724, citó a la Santa de esta manera tan curiosa: “a mi Señora Santa Ana, Su Madre, felis Protectora de esta uilla”. También utilizaban ese cariñoso “mi” cada vez que se referían a la Patrona en los documentos oficiales el escribano público nazareno Francisco José de Arquellada Berrio y el sacristán Antonio de Baena.

Registros parroquiales

Asimismo, en los registros parroquiales se conservan muchas anotaciones de funciones y misas que se aplicaban en acción de gracias por algún favor recibido o solicitando protección. Aunque sea brevemente, diremos que en 1755 y 1756 se celebraron misas pidiendo el fin de las plagas de langosta que se desataron en esos años y que dañaron terriblemente los campos nazarenos. En marzo de 1770 se hizo función en la parroquia “en acción de gracias a Señora Santa Ana por el beneficio del agua”, y lo mismo ocurrió años antes, en 1764. Tras el terrible terremoto de Lisboa de 1755 se celebró un novenario en la iglesia de Santa María Magdalena en agradecimiento a la Santa porque no pasara nada grave en la villa. Y durante la grave epidemia de gripe (o ‘epidemia catarral’, en palabras de la época) de 1768 los nazarenos no dudaron en volver a acudir a Santa Ana en busca de remedio y auxilio.

En los registros de enterramientos encontramos esta anotación que, por su interés, reproducimos íntegramente: “En 3 de mayo de 1768, se le hizo una fiesta entre devotos á Señora Santa Ana, de misa, sermón y Su Magestad manifiesto y procesión por las calles, el qual dicho día, fue el último de un Novenario que se le ha hecho á la Santa Bendita en su capilla, pidiéndole alcance con Su Magestad nos liberte de tantas enfermedades como así en este Pueblo y tan peligrosas, y tocó a la fábrica, nueve reales y catorce maravedís de vellón”. En esta ocasión, el novenario se celebró en la capilla de la Patrona y no en la parroquia como era costumbre.

1601-2017. Santa Ana, abogada de los nazarenos

Pero no solo en los registros parroquiales encontramos referencias de cómo los nazarenos invocaban auxilio a Santa Ana. En la obra La Familia de Alvareda (1856), de la insigne Fernán Caballero, se recogen muchos casos de nazarenos que, desesperados, acudían a la Santa. Es el caso, por ejemplo, de la pobre Petrola, la mujer de Gómez, quien tras conocer que una plaga de langosta había invadido su pequeño pegujal gritó desesperada “¡Santa Ana! ¡Santa Ana! ¡qué es el pan de mis hijos! ¡el pan de mis hijos!”, y se sorprendió al ver que en su sembrado “no parecía, sino que se había levantado un muro invisible para guardar el trigo de la madre devota que invocaba a la santa”. O el de un tal Marcos el herrero, que padeció unos terribles dolores en una pierna y “levantó su corazón partido a Dios, poniendo por intercesora a nuestra santa patrona, rogándole con fervor le devolviese la salud mientras sus hijos lo necesitasen. “Cuando mis hijos ya no me necesiten, santa mía, le dijo, entonces moriré gustoso; pero si hasta entonces por tu mediación recobro la salud, te prometo, santa bendita, colgar cada un año una piernecita de plata en tus aras para que atestigüe el milagro”.

Al siguiente día venía Marcos por su pie a dar gracias a la santa”, y entregó como exvoto siete pequeñas piernas de plata, que colgaban unidas por una cinta y un moño de color rosa. Porque, a cambio de los favores recibidos, los devotos solían traer a la Santa esas humildes ofrendas que eran colgadas en los muros de la capilla de la Patrona, muy cerca de la imagen. Exvotos que con el paso del tiempo fueron perdiéndose, aunque se conservan algunos de ellos en la actualidad en una pequeña vitrina situada junto al retablo mayor.

En definitiva, de todo lo relacionado anteriormente queda claro el importante papel que jugó Señora Santa Ana en la vida cotidiana de Dos-Hermanas en los siglos pasados.

1601-2017. Santa Ana, abogada de los nazarenos

Un retablo cerámico para la Patrona

A principios de la década de 1950, la hermandad de Santa Ana acordó colocar en la fachada principal de la parroquia un retablo cerámico para que “de aquí en adelante ningún hijo de Dos Hermanas se quede sin rezarle a su Patrona y se acuerde constantemente que existe una Hermandad de la que Ella es titular y que tiene la obligación moral de hacerse hermano de la misma si ya no lo ha hecho”. Y así se hizo. El encargado de realizar este retablo fue Alfonso Chaves Tejada en 1951 en los talleres de Cerámica Santa Ana del barrio sevillano de Triana. Consta de dos cuerpos, siendo el superior (de forma semicircular) añadido con posterioridad.

En el primero vemos, dentro de una hornacina, la imagen de Santa Ana con un manto verde. A los pies de la imagen están las leyendas ‘Tú, el honor de nuestro pueblo’ y ‘Santa Ana, Patrona de Dos-Hermanas’. El retablo cerámico fue bendecido por el entonces párroco don José Ruiz Mantero el domingo 10 de agosto de 1952, tras la misa de las once y media de la mañana. Al acto asistieron Fernando Fernández Martínez, alcalde de la villa, Manuel Aguilar Cantarero, hermano mayor de Santa Ana, Enrique Sánchez Sánchez, hermano mayor honorario de la referida hermandad (pieza clave en su reorganización) y el beneficiado de la catedral de Sevilla, don Luis Peña Sánchez.

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