1878. Dos-Hermanas y la Reina Mercedes

1

1878. Dos-Hermanas y la Reina Mercedes

A las doce y diez minutos del mediodía del 26 de junio de 1878, fallecía en el Palacio Real de Madrid doña María de las Mercedes de Orleáns y Borbón. Tenía dieciocho años recién cumplidos y era la séptima hija de los duques de Montpensier y reina consorte de España. Una Reina que se había ganado pronto el cariño y afecto de los españoles, por su carácter dulce y gentil, pero sobre todo por haberse casado por amor con su primo hermano, el rey Alfonso XII.

Aquel especial cariño que le profesaban todos los estamentos de la sociedad quedó reflejado en la famosa frase con que el diputado Claudio Moyano terminó su discurso en las Cortes: “Doña Mercedes está completamente fuera de esta discusión… ¡porque los ángeles no se discuten!”.

- Publicidad -

También en Dos-Hermanas gozó la joven reina de gran admiración y cariño. No olvidemos, además, que los nazarenos apreciaban y mucho a los duques de Montpensier después de que éstos restaurasen y devolviesen el pendón de San Fernando, reconstruyesen a sus expensas la ermita de Nuestra Señora de Valme en Cuartos y repartiesen en la villa generosas limosnas. Aprecio que se extendía, además, a los hijos de los duques, entre los que se encontraba esta joven. Por eso, la muerte de la reina María de las Mercedes causó hondo pesar en nuestra villa, según contó el alcalde en una carta que envió al Gobernador Civil el 29 de junio: “La infausta noticia del fallecimiento de Nuestra más querida y exelsa (sic) Reina Doña Mercedes llegó a conocimiento de este vecindario antes de recibirse la circular de Vuestra Excelencia inserta en el Boletín Oficial de 27 del que rige, despertándose el más espontáneo y justo sentimiento en la población al confirmarse desgraciadamente tan deplorable suceso”.

El médico de la Reina, muy vinculado con Dos-Hermanas
El 22 de junio de 1878 se agravó la enfermedad de la joven reina, e influido y aconsejado por sus propios médicos, el duque de Montpensier, presente en el Palacio Real, mandó llamar al médico sevillano Federico Rubio y Galí (1827-1902), que gozaba de gran prestigio en nuestro país (era en esas fechas uno de los mejores galenos de España). Don Federico, aun siendo republicano de pro y visceralmente antimonárquico, aceptó visitar a la soberana. La examinó y únicamente pudo certificar su extrema gravedad. De todas formas, le prescribió aceite alcanforado e inyecciones de cloruro férrico para luchar contra la anemia, y en la noche del 24 al 25 se inició una ligera remisión de la enfermedad. Pensó en ese instante el doctor Rubio que podía darse una leve mejoría, pero esa mejoría rápidamente se disipó, y, finalmente, la reina falleció. Pocos saben que este eminente médico tuvo numerosas propiedades en Dos-Hermanas entre 1872 y 1883. De todas ellas destacó una suerte de tierra en el pago de la Jurada, que compró al nazareno José Vaquero Rivas. En ella pasó alguna que otra temporada, con el fin de alejarse del trajín diario, en 1872, 1879 y julio de 1882 (son las que están documentadas).

Como se puede observar, la noticia corrió como la pólvora. Sin pérdida de tiempo, los capitulares nazarenos se reunieron en el consistorio, y, al tiempo que se unían “al general sentimiento que hoy embarga á todos los corazones honrados y hacen fervientes votos porque el Altísimo conceda a Su Majestad el Rey, Sus Altezas Reales los Serenísimos Señores Duques de Montpensier y a toda la Real Familia la resignación cristiana necesaria para sobrellevar en calma tan sensible e irreparable pérdida”, acordaron celebrar solemnes honras fúnebres en sufragio por el alma de la difunta Reina el día 3 de julio, “día 7º del fallecimiento”, y repartir “400 limosnas de pan entre los pobres de la población a media hogaza para que rueguen a la Divina Providencia por su eterno descanso”. El funeral se sufragaría, según se apuntaba en la mencionada carta remitida al Gobernador Civil, con los fondos de propios.

Para dar mayor realce a los funerales, que tendrían lugar en la iglesia parroquial de Santa María Magdalena, el alcalde envió la siguiente carta a todos los empleados municipales (médicos de la villa, maestros de escuela, farmacéuticos…): “Debiendo celebrarse honras fúnebres costeadas por el fondo de propios en sufragio del alma de la que fue Nuestro Amante Reina Doña María de las Mercedes según lo acordado por el Ayuntamiento de mi Presidencia, invito a Vstedes como empleados municipales para que se presenten en las Casas Capitulares el día 3 del actual a las 7 de su mañana a fin de que concurran a dicho acto que tendrá lugar a las 7 y media de la misma, sirviéndose firmar a continuación quedar enterados”.

1878. Dos-Hermanas y la Reina Mercedes

También se despacharon invitaciones al juez municipal, a los jefes de la Guardia Civil y Carabineros, y a las personalidades más destacadas de la villa. Según testimonio del alcalde, al funeral (que fue de primera clase, como no podía ser de otra manera) asistieron, aparte de las mencionadas autoridades, “infinidad de vecinos de la población”. No quisieron los nazarenos dejar pasar la ocasión para mostrar sus respetos por la joven reina. Terminada la ceremonia se procedió al reparto de la limosna de pan. Las autoridades se colocaron en la puerta de la parroquia y fueron repartiendo 190 hogazas de pan (elaboradas en el horno de José Núñez Rivas) a los pobres que se acercaron.

Pocos días después de la celebración de las exequias, concretamente el viernes 5 de julio, se llevaron a cabo en la parroquia nazarena nuevos “funerales por el eterno descanso de Nuestra Virtuosa Reyna Doña María de las Mercedes (que en paz descanse)”, siguiendo las disposiciones establecidas por el Arzobispo de Sevilla. A estos actos volvieron a asistir el Ayuntamiento en pleno, las demás autoridades y las principales personalidades de la población.

El país entero había quedado conmocionado por la repentina y trágica muerte de la joven reina María de las Mercedes, a quien los madrileños le habían adjudicado el tierno sobrenombre de ‘Carita de Cielo’. Un sentimiento de pena y dolor que muchos años más tarde quedaría reflejado a la perfección en aquella famosa copla compuesta por Quintero, León y Quiroga: “España viste de duelo, y el Rey no tiene consuelo, ¡Ay, María de las Mercedes!”.

Un noviazgo con escenario nazareno
El 8 de diciembre de 1877, una comisión encabezada por el marqués de Alcañices llegaba a Sevilla para pedir formalmente, en nombre del rey, la mano de la infanta doña María de las Mercedes. Y pocos días después, Alfonso XII dispuso pasar la Navidad de 1877 en Sevilla en compañía de su flamante novia y familia. La estancia del monarca se desarrolló desde el 22 de diciembre hasta el 8 de enero de 1878. Y, precisamente, el día 24 por la mañana tuvo lugar un espectáculo de acoso y derribo de reses bravas en el cortijo de Cuartos, entonces perteneciente al término municipal de Dos-Hermanas. Acudieron el monarca con su prometida, los duques de Montpensier, la princesa de Asturias, doña Isabel de Borbón (hermana de Alfonso XII), don Antonio y doña Cristina de Orleáns (hijos de los Montpensier), el duque de Sesto y el ministro de Gracia y Justicia. Asimismo, en dicho espectáculo participaron Eduardo y Antonio Miura Fernández (arrendatarios del cortijo de Cuartos), José Polera, Pedro Manjón, Eduardo Rodríguez, José Porras, Francisco Arjona, Francisco Posada y Manuel Calcano. Según testimonios de la época, unos 500 carruajes se encontraban distribuidos en dos filas a lo largo del campo, formando un cordón de casi seis kilómetros. Aprovechando aquel acto, los reales novios tuvieron ocasión de visitar y contemplar la ermita de Nuestra Señora de Valme, ubicada, como es bien conocido, junto al referido cortijo, y mandada reconstruir por los duques de Montpensier, padres de la prometida. En esas fechas la imagen de la Virgen no estaba en aquel histórico templo, sino que se encontraba en la parroquia.

- Publicidad -

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí
Captcha verification failed!
La puntuación de usuario de captcha falló. ¡por favor contáctenos!