El Corpus Christi de 1911

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El Corpus de 1911 en Dos Hermanas

Desde, al menos, el siglo XVI y hasta 1959 existía en Dos-Hermanas la costumbre de celebrar la festividad del Corpus Christi el día 25 de julio, festividad del Apóstol Santiago el Mayor. Parece ser que había incluso privilegio pontificio de por medio.

A principios del siglo pasado, la procesión salía a la calle a las siete de la mañana, atravesaba la plaza de Alfonso XII (hoy de la Constitución) y recorría las calles principales de la localidad, entre ellas, Nuestra Señora de Valme y del Canónigo (desde 1906, Reina Victoria), que aparecían engalanadas, como no podía ser menos.

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El Ayuntamiento nazareno en pleno y las principales autoridades de la villa (juez municipal, los jefes de la Guardia Civil y de los Carabineros…) acompañaban a la Custodia del siglo XVIII portando cirios. Tanto los gastos de la procesión como los de la función religiosa que se celebraba tras aquella en la parroquia de Santa María Magdalena corrían a cargo del consistorio, que también pagaba el refrigerio que se ofrecía a los invitados tras la función.

El Corpus Christi no solía dar pie a altercados o conflictos, pero en 1911 fue protagonista involuntario de una polémica que, afortunadamente, no pasó a mayores. Resulta que en la procesión tan sólo asistieron el alcalde, Federico Caro Lázaro, dos tenientes de alcalde (Juan Antonio Carazo Gómez y Ricardo Díaz López) y tan solo un concejal. Cuatro ediles de un total de quince, una muy pobre representación municipal.

Una custodia de plata con mucha historia
Pieza fundamental en la procesión del Corpus Christi es la magnífica custodia de plata repujada, cincelada y burilada. Tiene base hexagonal, con tres cuerpos en forma de templetes hexagonales decrecientes. Mide 1,90 por 0,75 cms. y fue realizada en torno a 1750 por el maestro platero de origen cordobés y afincado en Sevilla Nicolás de Cárdenas. Hubo un relato (no sabemos si respondía a una tradición oral del pueblo), recogido por el periodista nazareno José María Gómez en un artículo publicado en la Revista de Feria de 1982, que decía así: “Resulta que fue adquirida en aquella época por unos modestos campesinos nazarenos, con el producto que reportaba la siembra de unos cuartillos de trigo en un pegujal de la ‘Marismilla’. En esta labor estuvieron varios años, hasta que pagaron el último maravedí al maestro platero Nicolás de Cárdenas. Es la relación que uno escuchó de Aurelio Ferrera, prioste de la Sacramental, y que muchos años después pude confirmar en un libro de contaduría de la Hermandad”. El relato, en cualquier caso, tuvo fortuna y ha sido recogido en numerosas publicaciones posteriores. Sin embargo, carece de veracidad, como bien documentó en su momento el investigador local Hugo Santos. La custodia fue mandada realizar por el presbítero don Francisco José de Rivas y donada a la hermandad del Santísimo Sacramento, según consta en su testamento, fechado el 11 de septiembre de 1759.

Los concejales conservadores, entre los que se encontraban su líder local Francisco Hidalgo Oliva, Antonio León Reyes y Antonio Plaza Romero, por clara discrepancia con los liberales (que estaban en el poder) habían decidido no asistir a la procesión. Pero tampoco lo hicieron otros concejales liberales, como Juan Manuel Gómez Claro, Fernando Casanovas o Manuel Herrero Velázquez, sin que se supiesen las razones.

El caso es que en la sesión celebrada días más tarde, el 28 de julio de 1911, el teniente de alcalde Juan Antonio Carazo Gómez pidió que se consignase en acta “su protesta y disgusto por la falta de asistencia de varios Señores Capitulares a la procesión sin causa alguna que lo justifique, que habiéndolos elegido el pueblo y siendo una procesión popular han debido respetarlo” y terminó su intervención manifestando “que si han querido hacer de esto una cuestión política, ésta es una política baja, agregando ser católico y como tal cumplir”.

Del mismo modo, el otro teniente de alcalde, el integrista Ricardo Díaz, afirmó “que estando libres han debido ir cuantos más mejor” y apostilló “que el que acepta un cargo lo hace con todas sus consecuencias”.

El líder de los conservadores nazarenos, Francisco Hidalgo Oliva, manifestó su más enérgica protesta por las palabras de Carazo añadiendo “que el ir en una procesión no demuestra ser católico, que estos actos de catolicismo tienen que ser demostrado en los actos de la vida privada y que como el Ayuntamiento iba bien representado por el Alcalde, dos tenientes y algún concejal, que no hacía falta más personal”. A esto replicó Ricardo Díaz, diciendo que “tratándose de una fiesta del pueblo se debe ir porque de lo contrario el mismo pueblo puede decir si les da vergüenza ir en su sitio, que como particular nadie lo hubiera afeado, pero los cargos públicos se aceptan con las cargas y esta es una de ellas”.
El Corpus de 1911 en Dos Hermanas

Hidalgo dijo que aceptaba todas las cargas que su empleo de concejal conllevaba, pero no creía “sea obligatorio el asistir a una procesión”. Carazo insistió “que sí se tiene obligación de asistir”. En este punto de la discusión intervino el alcalde para zanjarla. Así, Federico Caro reconoció haber recibido “una mala impresión al ver que no habían asistido todos los concejales”, al mismo tiempo que recordó a los presentes la obligación que tienen como concejales de participar en la procesión, pues ésta es “distinta de las demás, es la función del pueblo y causa pena el que no hayan ido más que cuatro concejales, que como falta desde luego no se hace por cuanto las procesiones son respetadas con o sin concejales, pero es un caso obligatorio y va anejo al cargo a menos que se encuentre imposibilitado y pide se consigne su protesta por la falta de asistencia de concejales que han podido ir y no lo han hecho”.

En este punto se puso fin a la discusión, terminando la sesión con la intervención de Juan Antonio Carazo que dijo que “como Presidente de la Comisión de Festejos da las gracias al Señor Díaz por el voto de gracias pedido y pide se amplíe a la Señora Viuda de Alpériz, a Don Manuel Borrero [quien proporcionó las flores y ramaje para la procesión del Corpus] y Don Fernando González Ybarra por los medios que han facilitado con objeto de que la procesión del Corpus Christi resultara con la solemnidad y esplendor que el acto requiere, así como también a cuantas personas han contribuido a dicho fin”.

De esta forma concluyó un episodio polémico que no se volvería a repetir y que marcó el Corpus Christi de ese año 1911.

 

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