La calle Lamarque de Novoa

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Callejero Histórico: La calle Lamarque de NovoaCallejero histórico

Esta pequeña pero céntrica calle situada justo a las espaldas del ayuntamiento nazareno debió surgir a finales del siglo XVI o principios de la siguiente centuria, siendo en un primer momento un desangelado callejón sin denominación ni vecino alguno, que servía, simplemente, para conectar la calle Real con Canónigo. Era uno de los muchos callejones y callejuelas que desembocaban en la que podemos considerar como la principal arteria de nuestra población, la citada calle Real.

Pero de todas formas, la primera vez que se menciona a esta calle con la denominación de Carvajal es en una escritura de venta de una casa fechada el 26 de marzo de 1704. Por aquel entonces apenas contaba con vecinos, permaneciendo casi deshabitada durante muchos años. Tanto es así que la primera vez que aparece registrada en un padrón es en 1835. Según el Padrón de valuación de las riquezas territorial, urbana e industrial de esta villa y su término, fechado en ese año, vivían en esta calle Francisco Valera, José García Azpeitia (hacendado y organista de la parroquia de Santa María Magdalena), José López Rubio (dueño de una bodega en esta vía), la viuda de José Gómez, Antonio Alonso, Antonio Muñoz y Juan Antonio Núñez.

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Callejero Histórico: La calle Lamarque de NovoaAndado el tiempo, en 1892 se establecieron en esta calle las primeras Hijas de la Caridad que llegaron a nuestra población gracias al empeño de Manuel Alpériz y su esposa Juana González, dueños de la fábrica de tejidos de yute. Aquellas fueron sor Rafaela Francés, sor Teresa Sánchez, sor Concepción Callejas y sor Victoria Silva, y, muy probablemente, se quedaron en unas dependencias de la casa de Antonio García, amigo personal de Alpériz, con quien tenía afinidad política, pues ambos eran integristas.

Siendo como era una calle de albero, durante la mayor parte de los meses del año se encontraba intransitable. Y a fines del siglo XIX su aspecto era cuanto menos calamitoso. Necesitaba un arreglo con urgencia, pues por esta calle pasaban muchos carruajes. Sin embargo, el ayuntamiento de la villa no podía repararla por falta de recursos. Los pocos fondos con que contaba apenas permitían arreglar las principales vías de la localidad. Ante esta situación, en 1900 Lamarque de Novoa se ofreció a reparar “su calle” y, en agradecimiento, el entonces alcalde de Dos-Hermanas, Manuel Rodríguez y Rodríguez, remitió al escritor la siguiente carta, fechada el 22 de febrero de aquel año: “Enterado el Ayuntamiento en sesión de ayer del espontáneo ofrecimiento de Vuestra Excelencia para costear la precisa reparación de la calle que lleva su nombre ilustre, supliendo así la falta de recursos de la Caja municipal, no se ha sorprendido la Corporación porque muchas pruebas tiene de los nobles sentimientos de Vuestra Excelencia para cuanto tienda a mejorar el ornato público y al progreso moral y material de la población que se honra contándole entre sus moradores; pero sí le llena de extraordinario júbilo encontrar en Vuestra Excelencia un entusiasta cooperador para la ejecución de las reformas y mejoras que se procuran con anhelo.

Y como el Ayuntamiento está en el deber de hacer pública con hechos la inmensa gratitud del Municipio que representa y administra, como intérprete fiel de sus deseos ha acordado dar a Vuestra Excelencia las más expresivas gracias por su feliz iniciativa e importante donativo y que como digno fin de la mejora se coloque junto al rótulo de la calle en el punto de su afluencia con la de Nuestra Señora de Valme una lápida conmemorativa que dirá así: La importante mejora del pavimento de esta calle se debe al espontáneo y generoso desprendimiento del Excelentísimo Señor Don José Lamarque de Novoa, honorable vecino de esta villa. Año de 1900. Lo que tengo el honor de participar a Vuestra Excelencia rogándole acepte de la Corporación municipal el justo aplauso a su noble proceder”. A pesar de todos estos gestos de buena voluntad por parte del alcalde nazareno, nunca se colocó la lápida en el lugar que debería, principalmente por la tan manida falta de recursos que siempre padeció el consistorio nazareno en esas fechas. Diez años más tarde, en 1910, tan sólo residían en la calle Lamarque de Novoa tres familias: en el número 3 el cartero Manuel Bonilla Fabia, natural de Guadalcanal, con su esposa, dos hijas y una sobrina; en el 5 José Alonso de Tapia, comerciante sevillano, con su esposa y cinco hijos; y en el número 4 José García López con su hermano Antonio. Poco cambiaría este panorama en las décadas posteriores, pues siguen siendo pocas las casas que dan a esta pequeña vía.

La calle vio pasar los años tranquila, sin sobresaltos, siendo peatonalizada a finales del siglo XX, coincidiendo con la construcción del nuevo edificio del consistorio nazareno, cuya parte trasera da, precisamente, a la calle Lamarque de Novoa.

¿Qué nombre tuvo? A lo largo de su ya dilatada Historia, esta céntrica calle ha tenido tan sólo dos nombres oficiales. El primero de ellos fue Carvajal o Carvajala, como aparece en algunos documentos de finales del siglo XVIII. Tal denominación le viene por un poderoso personaje que allí tuvo ciertas propiedades: Bernardo Domingo Fernández de Carvajal. El cambio de nombre vendrá en los últimos años del siglo XIX. En torno a 1898, durante el mandato de Francisco de Paula Baena de León Izquierdo, el consistorio nazareno decidió poner a esta calle el nombre de José Lamarque de Novoa, gran benefactor del pueblo. Y con esa denominación ha llegado a nuestros días.

Callejero Histórico: La calle Lamarque de Novoa

{xtypo_rounded3}Vecinos destacados
Desde mediados del siglo XVII (al menos desde 1640), el rico sevillano Bernardo Domingo Fernández de Carvajal residió y tuvo numerosas propiedades en esta calle. Era hijo del armero sevillano Domingo Fernández de Carvajal y de Clemencia de Castro, y estaba casado con doña María de Mendoza, fallecida en nuestra villa en 1661. Si bien no participó de manera activa en la política de la localidad, fue nombrado por el concejo nazareno su procurador en 1656. Falleció en nuestra villa en enero de 1683, siendo enterrado en la parroquia de Santa María Magdalena.
Otro destacable vecino fue Antonio García y García (1828-1903), hijo del rico hacendado José García Azpeitia, que residió en el número 2 de esta calle. Ese número correspondía a la referida hacienda del Estudiante a finales del siglo XIX. García fue también un rico hacendado, de ideas carlistas, que ocupó el cargo de juez municipal de nuestra localidad en dos ocasiones: 1875-1877 y 1879-1883.
No podemos olvidarnos del prestigioso médico Gerardo Rabassa Cancela (1847-1915), quien, después de residir en la calle del Canónigo, se estableció en el n.º 5 de esta vía. Era natural de Aguadilla (Puerto Rico) y en 1880 vino a Sevilla, donde abrió su consulta en la calle Moratín. Pero en 1896 recaló en Dos-Hermanas, sin que sepamos los motivos. Contrajo matrimonio en nuestro pueblo en 1897 con Adela Chaves Mérida, con quien tuvo un hijo, llamado Gerardo, que llegó a ser impresor. Falleció en su domicilio el 1º de junio de 1915.
Y, por último, en esta calle nació en noviembre de 1912 el conocido torero Manuel Mejías Jiménez, ‘Manolito Bienvenida’, que tomaría la alternativa en 1929 en la plaza de toros de Zaragoza.{/xtypo_rounded3}

La casa de los Alvareda y la hacienda del Estudiante Esquina con la calle Canónigo (concretamente el n.º 35) existió hasta hace unas décadas una casa de dos plantas que, según afirmó en su momento José María Gómez, perteneció a la familia ‘Alvareda’, protagonista de la célebre novela de Fernán Caballero. No sabemos, ciertamente, en qué se basó el célebre periodista nazareno para afirmar tal aseveración, pues, entre otras cosas, aún hoy se desconoce la verdadera identidad de los personajes que aparecen en la referida novela de Fernán Caballero.
Y en la otra esquina con la calle Canónigo, frente a la casa de los ‘Alvareda’ se levantaba una sencilla hacienda que llevaba el curioso nombre de ‘el Estudiante’, sin que sepamos exactamente a qué se debe. Ya en el primer tercio del XIX tenemos datos de que existía, siendo propiedad de Lázaro López Tinoco. En 1822, estaba compuesta por un caserío alto y bajo, atarazana y lagar, estando apreciada en 41.525 reales de vellón. Poseía una puerta trasera que daba directamente a la plaza pública, hoy llamada de la Constitución. Terminaría desapareciendo en los primeros años del siglo XX.

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