Sobre los entresijos judiciales británicos

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Película NegaciónNEGACIÓN

Como (casi) todo el cine británico, la calidad se le presupone a esta cinta, que además cuenta con un reparto de lujo. Además de contar una historia que, a priori, se presume interesante.

{xtypo_rounded3}Reino Unido, 2016 (110′)
Título original: Denial.
Dirección: Mick Jackson.
Producción: Gary Foster, Russ Krasnoff.
Guión:  David Hare, basado en el libro de Deborah Lipstadt.  
Fotografía: Haris Zambarloukos.
Música: Howard Shore.
Montaje: Justine Wright.
Intérpretes: Rachel Weisz (Deborah Lipstadt), Tom Wilkinson (Richard Rampton), Timothy Spall (David Irving), Andrew Scott (Anthony Julius), Caren Pistorius (Laura Tyler), Alex Jennings (Sir Charles Gray), Harriet Walter (Vera Reich), Mark Gatiss (Profesor Robert Jan van der Pelt), John Sessions (Profesor Richard Evans), Jackie Clune (Heather Rogers). {/xtypo_rounded3}

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El problema le surge en el modo de contarla. Y es que director y guionista han decidido narrar este (que podía haber sido un potente) thriller judicial, de modo lineal, y sin guardarse sorpresas, sin añadir ninguna (absolutamente ninguna, por breve que sea) trama secundaria. Solamente la historia de la demanda, el juicio y su resolución. Por ello, a pesar de que se ve con agrado, uno se queda con la sensación que falta algo. Y, sí, se aburre.

La historiadora americana Deborah Lipstadt publica un libro en el que acusa al historiador británico de racista por negar el Holocausto. En respuesta, este la denuncia por difamación y tanto ella como sus editores se ven inmersos en un juicio en el que deben demostrar que lo vertido en el libro es cierto, que el Holocausto existió, sin llamar a declarar a un solo superviviente de los campos de concentración.

No es esta, además, una película sobre el Holocausto, el genocidio del pueblo judío que cometió Hitler antes y durante la Segunda Guerra Mundial. Ni siquiera estamos ante una película sobre el negacionismo, la teoría que aún hoy (a pesar de las muchas y evidentes pruebas) sostienen algunos de que jamás existió dicho hecho. Lo cierto es que esta es más una película sobre un juicio (con el tema como asunto central), y la característica peculiaridad del sistema judicial británico (donde el acusado debe demostrar su inocencia), donde también es destacable la teoría que se lanza sobre los límites entre la historia y la opinión, el derecho a discrepar.

Duelo interpretativo de altura, tanto Timothy Spall como Tom Wilkinson ofrecen todo un recital, demostrando lo buenos que son (a pesar de que no tienen el reconocimiento general que merecen), a pesar de que la trama a veces se enreda innecesariamente y no logra mantener la tensión necesaria en toda película judicial.

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