Carmen Jiménez Serrano, un ejemplo de entrega al arte y la docencia

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Cuando en noviembre de 2010 doña Carmen Serrano  (La Zubia 1920 – Sevilla 2016) recibió la Medalla de Honor de la Academia de Bellas Artes de Granada, “su Granada” (“soy granadina a más no poder”, solía decir) la periodista que firmaba la información la titulaba “la escultora que no sabía que lo era”. Y es que cuando en su dura y trabajosa infancia, donde sufrió la tristeza de la orfandad por partida doble a los once años,  compaginando tareas domésticas con los estudios, sus profesores de la Escuela de Artes y Oficios de Granada, descubrieron que demostrando unas cualidades innatas para la pintura, que en sus primeros tiempos era su arte favorita, sus mejores dotes quedaron de manifiesto cuando lograron convencerla para que probara con la escultura.

Y siguiendo los consejos de Pérez Comendador, con la ayuda inestimable del periodista granadino Luis Seco de Lucena y una beca que le otorgó el Ayuntamiento de La Zubia su pueblo natal, marchó a la Escuela de Bellas Artes de Madrid, donde coincidió con su buen amigo y vecino el pintor José Guerrero y con otros pintores de la talla de Miguel Pérez Aguilera y Amalio García del Moral.

Los estudios solo le sirvieron para consolidar técnicamente una vocación admirable e innata, como escultora pero también como pintora, que la ha mantenido en actividad constante durante toda su vida. Desde 1947 ejerció la docencia en la Escuela Superior de Bellas Artes de Sevilla donde desempeñó la Cátedra de Modelado y Composición hasta su jubilación. Pero durante mas de diez años siguió desarrollando labor docente como Catedrática emérita en cursos de doctorado.

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Con motivo de la entrega de la Medalla de Honor de la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría de Sevilla en 1981, su Presidente Don José Hernández Díaz, en el ofrecimiento, dijo estas palabras, que recogen sus biografos Enrique Pareja y Evaristo Márquez: «La tarea pedagógica de Carmen Jiménez es ejemplar y me place consignarlo así, como testigo de máxima excepción, al comprobarlo día tras día a fuer de Director del Centro. Puntualísima en su quehacer, asidua en su trabajo, enseñando en el taller y en el aula, no sólo teóricamente, sino con su propio trabajo, realizado en tarea magistral entre sus discípulos; insobornable en sus criterios, que defiende con firmeza, es uno de los valores de nuestra Facultad hispalense».

En 1944 contrajo matrimonio con elinsigne escultor Antonio Cano Correade cuyo matrimonio nacieron sus hijos Antonio, Miguel Ángel y Mari Carmen.

Los numerosos honores y distinciones que recibió a lo largo de su intensa vida profesional no le restaron un ápice de la sencillez y humildad franciscana que tanto adoraban sus alumnos. Cuando a sus 90 años recibió la Medalla de Honor de la Academia de Granada no pudo resistirse (¡era “su Granada”) y declaró con su natural espontaneidad y sinceridad: «A mi edad no habría aceptado recibir un homenaje en ningún otro sitio, porque soy muy mayor y me está costando. A mi marido le dieron la medalla hace ya años. Yo no la esperaba, así que me ha sentado muy bien y estoy muy contenta». 

Los últimos homenajes que se le tributaron a doña Carmen tuvieron lugar en Dos Hermanas, donde ya en 1992 el Ayuntamiento nazareno le había dedicado una calle a su esposo, el escultor Antonio Cano, que recibió el inesperado homenaje con gran ilusión. Y así, en el año 2009 en una preciosa y céntrica placita, delante de los Juzgados de Dos Hermanas, recibió doña Carmen el homenaje de admiración a su vida y su obra con la imposición del nombre de “Escultora Carmen Jiménez” al recoleto rincón de la ciudad. Doña Carmen, agradecida, donó al municipio nazareno una bella escultura titulada “Joven  tímida”, colocada en su plaza e inaugurada  por el alcalde, Francisco Toscano y la propia doña Carmen en marzo de 2014. En el acto intervino, entre otros, en nombre de los académicos y ex alumnos de Carmen Jiménez presentes en el acto, el escultor Sebastián Santos, que se refirió a su maestra como “una artista con un currículum «impresionante» y una profesora «que realizó una labor docente fantástica, hasta el punto de que todos sus alumnos somos sus amigos y la queremos muchísimo».

Descanse en paz doña Carmen, artista de honda inspiración y hermosa obra, que quedará para siempre en el recuerdo de quienes tuvimos la suerte de conocerla y tratarla, como una persona sencilla y admirable.

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