Una película tan fácil de ver como de olvidar

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Película La venganza de JaneAunque es un género que nunca ha podido darse por muerto, lo cierto es que en los últimos años parece que estamos asistiendo a un resurgimiento del western, y son varias las cintas destacables (por uno u otro motivo) que nos llegan cada año.

{xtypo_rounded4}Estados Unidos, 2016 (98′)
Título original: Jane got a gun.
Dirección: Gavin O’Connor.
Producción: Terry Dougas, Aleen Keshishian, Scott LaStaiti, Natalie Portman, Mary Regency Boies, Zack Schiller, Scott Steindorff.
Guión: Brian Duffield, Anthony Tambakis, Joel Edgerton.
Fotografía: Mandy Walker.
Música: Marcello de Francisci, Lisa Gerrard.
Montaje: Alan Cody.
Intérpretes: Natalie Portman (Jane Hammond), Joel Edgerton (Dan Frost), Ewan MacGregor (John Bishop), Noah Emmerich (Bill Hammond), Boyd Holbrook (Vic Owen), Rodrigo Santoro (Fitchum). {/xtypo_rounded4}

En esta ocasión, esta La venganza de Jane, tiene su punto fuerte en otorgar el protagonismo a la Jane del título (Natalie Portman), cuando es más que evidente que este es un género eminentemente masculino. No es que sea la primera vez que esto ocurre, pero ya hacía tiempo que no pasaba. Y lo cierto es que, aquí también, si obviamos el papel casi anecdótico (en pantalla, que no en la historia) de las hijas pequeñas de la protagonista, es ella, Jane, el único personaje femenino con cierta entidad (equivalente aquí a el único con frase) de la función.

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Cuando su marido regresa a casa tiroteado y al borde de la muerte, Jane se ve obligada a recurrir a su antiguo amante, al que no ha visto en años, para que la ayude a defender su granja cuando la antigua banda de su marido acuda allí a rematar el trabajo.

Hay en esta historia muchas preguntas sin responder, interrogantes sobre el pasado de los protagonistas y sus motivaciones, por qué actúan como actúan. Le falta intensidad, y en muchos momentos parece más un drama televisivo de relleno que la intensa historia que se pretende. Le falta originalidad (y a mí que me suena que esta historia -salvando las distancias- ha bebido en las aguas de la tarantiniana Kill Bill). Se echa en falta también la fuerza del paisaje, tan habitual en el género. Y, sobre todo, un ‘malo’ de entidad.

La obra que ha creado Gavin O’Connor (y que, según cuentan, tuvo innumerables problemas de rodaje) no destaca porque no es original (qué diferencia con el último gran western estrenado, el fantástico Bone tomahawk), porque usa clichés ya conocidos y, peor aún, porque no sabe a dónde va. Ha querido ser tan plano para llegar a todo el mundo, que se ha olvidado de la ambición, y no ha hecho la película para destacar, para que se recuerde. Simplemente para que se vea como quien ve llover. Y después, igual de fácil, se olvida.

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