Muy personal

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(Marcos 10, 17-30) A VECES NOS empeñamos en hacer del evangelio un sistema moral y nos olvidamos de que el evangelio es una relación personal, muy personal, con Jesús de Nazaret. Él va acompañándonos en el decurso de nuestra vida; y cuando nuestro espíritu está preparado para escuchar su llamada la pronuncia con fuerza y claridad: “Ven, sígueme”.

Cada momento de nuestra vida tiene una manera distinta de seguimiento; las exigencias al seguir a Jesús, como las circunstancias que nos acompañan, son diversas; no podemos hablar de ellas en general. Aunque siempre que escuchemos de labios de Jesús que nos llama aparecerán sentimientos contradictorios: la seguridad tibia, en la que estamos, nos paraliza; el reto de seguir la voz del Maestro, de sabernos acariciados por sus ojos, de sentir su presencia afectuosa y cercana, nos lanza a la aventura de obedecer su mandato, a ponernos al servicio del Evangelio. En el seguimiento de Jesús siempre se da la exigencia de dejar lo que tenemos, lo conseguido hasta ahora, y seguirlo.

No te olvides que con responder una vez a su llamada no basta. En cada trecho del camino, nos espera y nos llama; nos mira con cariño y nos reta. A algunos ha podido ocurrirnos que escucháramos su llamada a la bondad, al servicio, a la justicia, al evangelio hace tiempo; y respondiéramos. Pero después los quehaceres cotidianos nos excusaron de seguir atentos a su voz. Y la dejamos de escuchar, y dejamos de responder. Todo se volvió conflicto de intereses, proyectos que encubren nuestro egoísmo, razones para no vivir en la fe; el cielo se volvió gris plomizo…
“Señor, muéstrame tu camino en mi vida; que descubra que todo es nada ante Ti; quiero, sinceramente, seguirte”.

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