“Ming chang qiu hao”

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(Marcos 13, 33-37) EN EL periodo de los Reinos Combatientes, el rey Qing Xuan se encontró con un grupo de personas que rodeaban a un buey y al matarife que lo iba a matar. Curioso y expectante encaró al animal desde cierta distancia, y se quedó impresionado por unas lágrimas que de los ojos del buey brotaban. El dolor del rey pasaba de boca en boca ponderando, todos, la humanidad del monarca; también pasaba de boca en boca su capacidad y perspicacia para descubrir algo tan pequeño y a tan gran distancia.

Meng Zi, el más afamado discípulo de Confucio, habiendo oído este hecho afrontó al monarca, y le dijo: Señor, has adquirido fama de bondadoso, tanto que podrías acoger el sobrenombre de “Justo y misericordioso”. Pero dicen, también, que puedes ver el estambre de una flor a kilómetros y no ver un carro cargado de leña. Y en esto último tienen razón: ¿has visto a distancia la lágrima del ojo del buey y no ves los inmensos sufrimientos de tu propio pueblo que sufre la guerra…? Y esto sí que puedes evitarlo.

En la primera semana de adviento se nos invitará a estar atento a la presencia de Dios que nos rodea, a sus llamadas que nos invitan a la transformación personal. Pero ten cuidado, no te pase como al rey Qing Xuan, que veas y te entretengas en minucias, y no prestes atención a las más evidentes e importantes. Las personas caemos a veces en ese error y no siempre hay un Meng Zi que nos haga caer en la cuenta.

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¿Qué carros de leña pasan a tu lado sin que los veas por estar atento, haciéndote el bueno,  a lo que no tiene peso?.

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