Derecho a decidir

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Extendiéndome a otra carta en que hablaba o escribía sobre la hipocresía, ahora recabo la atención sobre la falacia de presentar el derecho a decidir, pero a condición de que decida aprobando lo que me proponen.

Todo es y no es. Tiene lo que vemos y no lo que hay detrás. Podemos ver lo que aparentan ser naranjas, y sólo son medias naranjas lo que flota en el agua. Vemos seis, flotando, y al dar la vuelta, ya sólo son tres.

Los periodistas del Telegrath “han guardado mucho tiempo silencio sobre los abortos selectivos en función del sexo”, por aquellos que “sólo eran partidarios de la liberalización del aborto”. Es decir, ¿cómo declaro que una niña es menos valiosa?¿Minos valoro un aborto si lo abortado, si el nasciturus es femenino?

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Debemos preguntar a esta sociedad pulcra, civilizada, de educación de “servilleta” para no mancharse,¿ qué valor da a la vida de un ser humano? Proteger a un huevo de un buitre, por ejemplo…o de lo que sea. A un embrión…de lo que se les ocurra; damos más valor que al humano. Al ser, de cuerpo y espíritu. Destruimos, aún con lacras, que en todo puede existir, a lo más perfecto de la creación. Al microcosmos. Preferir a un bebé, por ser varón, fuera de la polémica sobre el aborto, me parece discriminatorio, o inmoral por consumista, como alguien dijo. La mujer cuesta dote y además no produce.

De todas formas estos derechos a decidir nunca están claros, pues la mayoría de los abortistas traen a colación determinados casos. Violación, incesto, juventud o pobreza, todos casos “evidentes”, pero en relación al sexo nadie tiene derecho a decidir, es una “moda” que hay que impedir. Abortistas de selección, de “servilleta”.

Nunca, nadie tiene derecho a decidir sobre quien vive o deja de hacerlo. Lo que sí sería de desear es que esta sociedad se preocupase de una vez de mirar por las futuras madres como algo propio, como a la propia madre que les dio el ser. Tal vez tuvo dificultades, enfermedades o penurias, y desde luego pudo renunciar, con su libertad, a ser madre, pero acogió como un don, la vida que le habían regalado y que le hacía ser madre- Algo que le decía que quererlo le compensaría de la sujeción que podría superar.

 

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