Hablando a solas

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(Mateo 18, 15-20) ¡Qué difícil es hablar a solas con alguien! Incluso con alguien a quien quieres. En nuestras conversaciones hay tantos “acompañantes indeseables” que perturban nuestra comunicación… Las historias del pasado, los comentarios de la gente, lo que creo que el otro va a sentir, lo que creo que debería yo decir por ser quien soy, lo que pienso que va a pasar cuando acabe aquella conversación… todos estos son personajes indeseables en nuestras conversaciones que malean y perturban para hablar a solas con alguien.
Todavía es más difícil cuando buscamos hacer ver a quien queremos algún error que está cometiendo, alguna actitud personal suya que está perjudicando la convivencia, que lo está perjudicando a él. Entonces vienen otros “acompañantes indeseables” a quienes nosotros invitamos: el “pues tú también”, el “yo tengo derecho”, el “tú no sabes nada”… Y no es la otra persona sola la que aporta personajes indeseables, también nosotros.

¿Habremos hablado alguna vez, con quien queremos, a solas de verdad? Puede ser que no; y puede ser que nunca lo consigamos; así de limitados somos. Pero el amor no se para en dificultades, y quien ama de verdad a su hijo, a su esposo o a su esposa, a su madre o a su amigo buscará una y otra vez la forma de hablar con él sinceramente, buscando la verdad, acogiendo sus sentimientos y sus razones, expresando con dulzura y autenticidad lo que pensamos y sentimos.

Por último una pregunta, si me permites: ¿con quién tendrías que hablar en este momento a solas y con sinceridad?; o  también, ¿de quién aceptarías que quisiera hablar a solas contigo?

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