Reírse de los tópicos

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Película Ocho apellidos vascos

OCHO APELLIDOS VASCOS

Ante la avalancha de buenos comentarios que estaba recibiendo la última cinta de Emilio Martínez-Lázaro había que ir a verla. Y la sensación es agridulce, ya que la película en cuestión, Ocho apellidos vascos, empieza de modo flojo, sube después llegando a alcanzar ciertos momentos de brillantez, para acabar hundiéndose hacia el final. Aunque lo cierto es que era de esperar, ya que las cintas basadas en tópicos raramente funcionan. Y en esta ocasión, tampoco lo hace, a pesar de que el espejismo dura un buen rato.

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{xtypo_code}España, 2014. (98′)
Dirección: Emilio Gutiérrez-Lázaro.
Producción: Gonzalo Salazar-Simpson, Ghislain Barrois, Álvaro Agustí.
Guión: Borja Cobeaga, Diego San Jose.
Fotografía:  Kalo Berridi.
Música: Fernando Vázquez.
Montaje: Ángel H. Zoido.
Intérpretes: Clara Lago (Ainara), Dani Rovira (Rafa), Carmen Machi (Merche), Karra Elejalde (Koldo), Alfonso Sánchez, Alberto López). {/xtypo_code}

La historia empieza en Sevilla, a donde las amigas de la protagonista, una chica vasca que odia todo lo español, han traído a esta a “celebrar” su despedida de soltera (entre comillas porque, en realidad, el novio la ha abandonado poco antes). Un sevillano que representa todo lo que ella odia se enamora  de la chica y después de un encuentro fugaz (alcohol mediante), ella se va dejándose atrás su bolso. Y él se decide a ir en su búsqueda, encontrándose a la llegada con un cúmulo de situaciones en las que se verá obligado a hacerse pasar por el novio vasco de la chica ante el padre de esta, que no sabe nada de la ruptura de su hija.

Aunque el comienzo es bastante flojo, con una secuencia que no termina de arrancar y con unos actores bastante forzados en sus actuaciones. Entonces, la acción se traslada a Euskadi y la cosa mejora, pero sigue sin convencer. Es a partir de la aparición de Karra Elejalde cuando todo sube, cuando llegan las risas de verdad, y la película se hace fuerte. Desafortunadamente, después, desde su momento culmen hasta el final (esperado), la cinta no hace más que descender, caer en picado, hasta estrellarte con estrépito. Las partes que menos funcionan son las que se desarrollan en Sevilla. Posiblemente no sea más que simple casualidad, pero todo puede estar detrás de sus guionistas, los vascos Borja Cobeaga y Diego San José, habituales creadores de los irreverentes gags de las series de la ETB, y que son profundos conocedores de su región, saben perfectamente cómo reirse de ellos mismos, pero parece que el tema andaluz les pilla un poco lejos. Así, la acción que se desarrolla aquí resulta impostada.

Sin embargo, el guión tiene varios momentos bastante buenos y es muy fácil que aparezca la risa y hasta la carcajada. Del mismo modo, Karra Elejalde, Carmen Machi y Dani Rovira reflejan a la perfección sus papeles (solo Clara Lago, sin estar mal, aparece un par de escalones por debajo de sus compañeros). Es el trabajo de Martínez-Lázaro el que no engancha. La dirección es plana, insulsa, dirige con el piloto automático, sin ser capaz de sacar el partido que muchos momentos demandan. Y ello, indudablemente, arrastra a la película al precipicio por el que casi, casi, acaba despeñándose.

 

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