Manifiesto

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Estamos aquí, una vez más, para exigir medidas que frenen la violencia ejercida contra las mujeres en cualquiera de sus formas. Siete mujeres han sido asesinadas en lo que va de año.

Con nuestra presencia recordamos que esas muertes por violencia no son solamente tragedias familiares de puertas para adentro. Estando aquí, abrimos esas puertas a la sociedad. Los asesinatos sólo son la punta del iceberg de la violencia que reciben las mujeres por el hecho de serlo, permitida por un sistema patriarcal. Presentarlos como problemas privados, como tantas veces se hace desde los medios de comunicación, significa que no se comprende, o no se quiere comprender, su verdadera naturaleza. No se trata de asuntos privados. Son mucho más que eso.

Es preciso combatir los discursos que crean confusión sobre la violencia contra las mujeres, porque conocemos las causas de ésta, en la raíz de un sistema que alienta la desigualdad de oportunidades entre los sexos. Por eso decimos que es un problema de naturaleza estructural, y por eso hablamos de terrorismo machista.

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Cuando alguien pretenda equiparar la violencia de género con la muerte de los hombres a manos de mujeres, tenemos que responder que son violencias diferentes. Tenemos que explicar que la mayor parte de los hombres que mueren de forma violenta lo hacen a manos de otros hombres, y apenas alcanza el 4% la cifra de los que son asesinados por sus parejas o ex parejas. Esa violencia, de naturaleza privada, no está permitida por la sociedad en ningún lugar del mundo. Nunca se ha dejado de castigar el asesinato de un hombre por una mujer, y las estadísticas, a nivel mundial, demuestran que a ellas se les imponen penas mayores.

La violencia machista debe ser combatida desde lo público, con acciones de base relacionadas con la educación, la formación y diversas políticas en su contra. Y nos preguntamos: ¿Cómo se está abordando ahora en nuestro país este problema desde lo público?

1- Se retiran de la educación pública las materias que educan para la ciudadanía y la igualdad de oportunidades, apoyando la segregación por sexos en las aulas, con un adoctrinamiento que nos hace retroceder a épocas pasadas, en las que las mujeres no eran ciudadanas de pleno derecho.

2- Se impone una reforma laboral que trae retrocesos en los avances conseguidos y la desaparición de políticas específicas que estaban situando a las mujeres en mejores condiciones de igualdad en el mercado de trabajo. Y además se retiran las ayudas a la dependencia y se nos empuja otra vez al ámbito privado, empobrecidas y obligadas a asumir cuidados y tareas que deberían asumirse desde lo público.

3- Se plantea una Reforma de la Administración Local que hará desaparecer recursos específicos para mujeres en general, y víctimas de violencia en particular, aumentando su indefensión.

4- Se legisla una reforma de la Ley del Aborto que ni siquiera había sido demandada por la sociedad, en nombre de una moral que vuelve a tratarnos como menores de edad y nos criminaliza, negándonos el poder de libre decisión sobre nuestros cuerpos, nuestra salud y la capacidad de planificar la vida propia.

Todas estas respuestas que el poder político plantea en España a los problemas de desigualdad entre sexos alimentan la violencia en la medida en que potencian la primacía de lo masculino sobre lo femenino y nos infravaloran, entorpeciendo el progreso de toda la sociedad, que con ellas retrocede, en lugar de avanzar.

Estas respuestas refuerzan también la primacía de lo privado sobre lo público. Al reforzar lo privado se intenta silenciar una reivindicación de igualdad que es un grito común, social y político. En esta lucha se debe implicar por igual a los hombres. A ellos y a todas las mujeres podemos recordarles una frase de la escritora María Lejárraga, quien dijo, allá por 1931, algo que no deberíamos olvidar: “La libertad española y el derecho de la mujer han seguido, dentro de la historia de España, el mismo destino”. 1

Es momento ahora de reflexionar sobre la deriva que los derechos de las mujeres y la libertad común están tomando en la España de 2014, y cada cual, desde el lugar que ocupe, debe continuar en esta lucha contra la violencia de género. Debemos seguir reuniéndonos para defender nuestros derechos legítimos, exigir políticas públicas contundentes para la promoción y protección de las mujeres, todo aquello que como ciudadanas nos corresponde.

 

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