1983. La prematura muerte de Antonio “Zarandilla” deja a Dos Hermanas sin un genial bailaor

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2201Estaba a punto de hacer debutar a su ballet de niños en Televisión Española

Una leucemia se ha llevado al bailaor Antonio “Zarandilla” en el mejor momento de su vida artística y personal. Mañana, 16 de diciembre, se cumplen dos meses de su muerte. Dos Hermanas llora a un bailaor único, de raza, capaz de dejar boquiabiertas a artistas como la Niña de los Peines o  a levantar de su asiento al Rey Don Juan Carlos. Tanguillos de Cádiz, fandangos de Huelva, rumbas, alegrías, peteneras, bulerías, seguiriyas… todo lo bailaba a la perfección Antonio, que deja huérfanos de su arte a decenas de niños que se formaban en su academia.

De nadie aprendió. Hijo del albañil Ricardo Pera y de Luisa Ponce (de la familia apodada  “Zarandilla”), trabajadora del almacén de aceitunas de Terry, en el barrio de La Pólvora, Antonio (el “Titi” le decían) era el menor de cuatro hijos, los demás todas niñas. Desde la cuna llevaba el baile en sus venas. Con cuatro años ganó con su hermana Luisa el concurso infantil de sevillanas de Valme, y cuentan que formaba el lío en la puerta de los almacenes, cuando las compañeras de su madre le pedían que bailara. A los 12 años, con su primer sueldo ayudando como albañil a su padre, se compró un traje de flamenco. Pulió algo su arte con Enrique “El Cojo”, y de ahí saltó directo a los tablaos y salas de fiestas, que lo llevaron, con distintas compañías, de Madrid a Méjico, a Roma y por último a Holanda. Hasta que un día, tras venir de actuar en el Corral de la Morería de Madrid, alguien le pidió que enseñara a bailar sevillanas a unos niños. Entonces su vida cambió.

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La academia y el amor
Descubrió que tenía vocación docente y comenzó a dar clases de baile a domicilio, a niños de Sevilla o Alcalá, entre ellos algunos con futuro muy prometedor, como un tal Javier Barón. Más tarde, en 1980, montó su propia academia de baile, en la Avenida Reyes Católicos, que compaginaba con las clases particulares. El nivel de los niños llegó a ser tan alto que  se atrevió a crear un ballet de notable éxito, con actuaciones en el Restaurante Alfonso de Sevilla, en  espectáculos en barcos del puerto y por supuesto en la caseta municipal de Dos Hermanas, en Villa Pepita y en el Cine Español.
Justo cuando había colocado a su grupo de baile en un primer plano artístico y lo preparaba para el salto a la televisión, le llegó la fatal enfermedad. Nunca le dijeron que era leucemia (se creyó lo de la “anemia”), y mucho menos pensó que iba a ser mortal. A pesar de su extrema delgadez y su cada vez mayor cansancio, su ilusión por continuar era irrefrenable: veinte días antes de fallecer estaba actuando en Los Palacios.

En el Hospital Macarena perdió la consciencia el 10 de septiembre y seis días después fue traído a Dos Hermanas, para que falleciera en su casa, junto a su familia y su esposa. Porque en el amor, Zarandilla sí llegó al cenit. Un día en la feria de Dos Hermanas, en un flehazo mutuo, bailando unas sevillanas (no podía ser de otra forma) se enamoró de Encarnación Castillo, con la que, montado en una limusina, llegó a la iglesia de Santa María Magdalena para unirse en matrimonio el 5 de Febrero de 1978.

A los 43 años ha fallecido Antonio Pera Ponce “Zarandilla”. Muchos adultos, pero sobre todo niños, no le olvidarán. Él les inoculó el virus del baile. Descanse en paz.

2202En los camerinos, con Rocío Jurado
En sus años trabajando en tablaos y salas de fiesta, Zarandilla ha compartido escenario con grandes artistas, como Antonio Machín. En esta fotografía posa con la jovencísima tonadillera Rocío Jurado y su esposo, el boxeador Pedro Carrasco.

2206El amor de su vida
Encarnación Castillo Núñez ha sido el amor de su vida. Aunque en sus incontables noches de actuación tuvo oportunidad de conocer a muchas mujeres, fue con esta nazarena, prima segunda de Antonio de “Los del Río”, con quien sintió el flechazo del amor y con quien se casó hace cinco años. Dos años más joven que él, Encarni trabaja en Interoliva,  aunque le echaba una mano en la academia, en cuyo piso inferior vivían. En la foto, los dos enamorados.

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