Olor a naftalina

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Nunca he sido muy seguidor del cine de José Luis Garci, he de reconocerlo. Pero antes de dar carpetazo a la “relación” tenía que concederle una última oportunidad. Y la visión del español sobre el detective más famoso de todos los tiempos (que se preveía radicalmente opuesta a la de Guy Ritchie) podía ser un buen momento para la reconciliación, o para el buen entendimiento al menos. Pero nada más lejos de la realidad. El resultado es una película aburrida, morosa, lenta, que invita al bostezo, a pesar de que tiene un par de llamadas a la sonrisa, por hacerlo muy a su pesar.
Sherlock Holmes tiene unos sueños que se repiten en los que ve calles que nunca ha pisado, personas que no conoce, y asesinatos que nunca ha investigado. Tienen lugar en Madrid. Y tienen un sorprendente parecido con los cometidos tiempo atrás por Jack el Destripador. Así que convence a su fiel amigo, el doctor Watson (que se ha casado en segundas nupcias recientemente) para acudir a la capital de España, conocer de primera mano los casos y ayudar en lo que pueda (a pesar,  esto no se dice en la peli, de que Holmes jamás resolvió los asesinatos ocurridos en Londres).
La película es todo un despropósito, un absoluto sinsentido, un pastiche insoportable que (por si fuera poco) dura más de dos interminables horas. Un guion que no se sostiene en pie, empezando con Holmes y Watson hablando un perfecto español, salpicado sólo ocasionalmente con alguna que otra frase en un inglés excesivamente académico (incomprensible el por qué no hacen lo contrario), y aludiendo a cocidos, porras, jamón, folclore y toros, y terminando con el hecho de que no investigan nada, y que las “pistas” simplemente van apareciendo, mientras ellos se dedican a ir a fiestas, cabarets, cenas, y a mezclarse con lo más nutrido de la sociedad madrileña de la época.
Además, las interpretaciones son más que flojas, y hay personajes que no hay por donde cogerlos. Algunos diálogos son delirantes y no hacen más que subrayar los tópicos más rancios. El montaje es absurdo, con fundidos y transiciones que dejaron de estar de moda hace ya mucho. Todo, absolutamente todo es anacrónico. Es un cine que no se hace desde hace décadas y que suena a rancio desde los primeros minutos.
De lo más malo que hemos visto en mucho tiempo, incluyendo esos mensajes ‘subliminales’ con esas conversaciones en defensa de la “fiesta nacional”, o esa aparición ‘estelar’ del ministro de justicia Alberto Ruiz-Gallardón (cuyo hijo, por cierto, es meritorio de dirección de la cinta) como Isaac Albéniz (con la barba falsa más horrible que se pueda encontrar), aparición sólo superada por aquella del ex-presidente del F.C. Barcelona Joan Gaspart en la también infumable Tierra de Cañones.
Holmes y Watson, Madrid days es una insoportable, extremadamente larga, acartonada, anacrónica, lenta, fosilizada e involuntariamente cómica historia que apenas se mantiene en pie más allá de sus primeros tres minutos.

1501HOLMES & WATSON: MADRID DAYS

Nunca he sido muy seguidor del cine de José Luis Garci, he de reconocerlo. Pero antes de dar carpetazo a la “relación” tenía que concederle una última oportunidad. Y la visión del español sobre el detective más famoso de todos los tiempos (que se preveía radicalmente opuesta a la de Guy Ritchie) podía ser un buen momento para la reconciliación, o para el buen entendimiento al menos. Pero nada más lejos de la realidad.

 

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{xtypo_code} España, 2012. (131′)

Director: José Luis Garci.

Producción: José Luis Garci.

Guión: José Luis Garci, María San Román Riveiro, Andrea Tenuta, Eduardo Torres-Dulce.

Fotografía: Javier Palacios.

Música: Pablo Cervantes.

Montaje: José Luis Garci.

Intérpretes: Gary Piquer (Sherlock Holmes), José Luis García Pérez (John Watson), Leticia Dolera (Mary Watson), Macarena Gómez (Berna), Víctor Clavijo (Josito Alcántara), Belén López (Irene Adler), Juan Calot (Abberline), Carlos Hipólito (Benito Pérez Galdós), Ramón Lillo (Juez Carmona), Manuela Velasco (Elena), Enrique Villén (Enrique Valcárcel), Juan Jesús Valverde (Doctor Arriaga).{/xtypo_code}

 

El resultado es una película aburrida, morosa, lenta, que invita al bostezo, a pesar de que tiene un par de llamadas a la sonrisa, por hacerlo muy a su pesar.Sherlock Holmes tiene unos sueños que se repiten en los que ve calles que nunca ha pisado, personas que no conoce, y asesinatos que nunca ha investigado. Tienen lugar en Madrid. Y tienen un sorprendente parecido con los cometidos tiempo atrás por Jack el Destripador. Así que convence a su fiel amigo, el doctor Watson (que se ha casado en segundas nupcias recientemente) para acudir a la capital de España, conocer de primera mano los casos y ayudar en lo que pueda (a pesar,  esto no se dice en la peli, de que Holmes jamás resolvió los asesinatos ocurridos en Londres). La película es todo un despropósito, un absoluto sinsentido, un pastiche insoportable que (por si fuera poco) dura más de dos interminables horas.

Un guion que no se sostiene en pie, empezando con Holmes y Watson hablando un perfecto español, salpicado sólo ocasionalmente con alguna que otra frase en un inglés excesivamente académico (incomprensible el por qué no hacen lo contrario), y aludiendo a cocidos, porras, jamón, folclore y toros, y terminando con el hecho de que no investigan nada, y que las “pistas” simplemente van apareciendo, mientras ellos se dedican a ir a fiestas, cabarets, cenas, y a mezclarse con lo más nutrido de la sociedad madrileña de la época.

Además, las interpretaciones son más que flojas, y hay personajes que no hay por donde cogerlos. Algunos diálogos son delirantes y no hacen más que subrayar los tópicos más rancios. El montaje es absurdo, con fundidos y transiciones que dejaron de estar de moda hace ya mucho. Todo, absolutamente todo es anacrónico. Es un cine que no se hace desde hace décadas y que suena a rancio desde los primeros minutos.

De lo más malo que hemos visto en mucho tiempo, incluyendo esos mensajes ‘subliminales’ con esas conversaciones en defensa de la “fiesta nacional”, o esa aparición ‘estelar’ del ministro de justicia Alberto Ruiz-Gallardón (cuyo hijo, por cierto, es meritorio de dirección de la cinta) como Isaac Albéniz (con la barba falsa más horrible que se pueda encontrar), aparición sólo superada por aquella del ex-presidente del F.C. Barcelona Joan Gaspart en la también infumable Tierra de Cañones.Holmes y Watson, Madrid days es una insoportable, extremadamente larga, acartonada, anacrónica, lenta, fosilizada e involuntariamente cómica historia que apenas se mantiene en pie más allá de sus primeros tres minutos.

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