El pescador pescado

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(Marcos 1,14-20) PESCADORES DE hombres es el oficio que Jesús le ofrece a sus discípulos. Todos recordamos sus palabras: “Veníos conmigo y os haré pescadores de hombres.

En el Evangelio se dan algunas paradojas curiosas. En el de esta semana tenemos un ejemplo, sólo el que es ‘pescado’ puede convertirse en pescador. No es la única; acordaros de la frase de Juan Bautista: “Ese es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Pues bien, el ‘cordero’ es Dios mismo hecho pastor para llevar al pueblo por caminos de justicia y compasión. Sólo el cordero degollado puede ser pastor.

Si no te dejas pescar por Jesucristo, no podrás ser pescador de hombres, no serás cristiano como Cristo te pide.

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Dejarse pescar por Jesús es dejarse liberar por las cadenas que nos tienen presos y esclavizados. Quizás es el afán por el dinero, o por quedar bien ante los demás; o tu obsesión por la propia perfección, o el rencor o la envidia que te carcome por dentro, o considerarte siempre el centro de la gravedad del universo. No, no te confundas, no son tus debilidades y pecados los que te impiden ser cristiano, es el no reconocerlas y no dejarte ‘pescar’ y liberar por Él.

Quién ha experimentado su propia debilidad, su propio y autodestructivo pecado, y la presencia interpelante y liberadora de Cristo, esa persona es la que está capacitada para acercarse con afecto, tender la mano -también encallecida-al hermano, animar constantemente a los otros para que nunca se conformen con lo que impide la felicidad.

Ser pescador es duro, no te lo oculto; pero, ¿quién renuncia a estrechar la mano de Jesucristo cuanto te la tiende?

 

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