Caza de brujas

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1901LA CONSPIRACIÓN

Con bastante retraso, como en tantas otras ocasiones (es incomprensible, por ejemplo, cómo la cinta por la que una estrella taquillera como Nicole Kidman estuvo nominada al Oscar en este 2011 que ya acaba siga sin fecha de estreno en nuestro país), se estrena la última cinta de Robert Redford como director, una película que parte de un hecho conocido (el asesinato de Abraham Lincoln, el primer magnicidio de un país que estaba saliendo de una guerra civil) para narrar el proceso judicial contra los acusados de conspirar para llevar a cabo el crimen.

{xtypo_code}Estados Unidos, 2010. (122′)
Título original:  The conspirator.
Director:  Robert Redford.
Producción: Brian Falk, Bill Holderman, Robert Redford, Greg Shapiro, Robert Stone.
Guión: James D. Solomon.
Fotografía: Newton Thomas Sigel.
Música: Mark Isham.
Montaje: Craig McCay.
Intérpretes: James McAvoy (Frederick Aiken), Robin Wright (Mary Surratt), Kevin Kline (Edwin Stanton), Evan Rachel Wood (Anna Surratt), Tom Wilkinson (Reverdy Johnson), Justin Long (Nicholas Baker), Danny Huston (Joseph Holt), James Badge Dale (William Hamilton), Colm Meaney (David Hunter), Alexis Bledel (Sarah Weston), Johnny Simmons (John Surratt), Toby Kebbell (John Wilkes Booth).{/xtypo_code}

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Tras la muerte del presidente, la mecánica policial se pone en marcha y el asesino es abatido pronto, y varias personas más son después capturadas y acusadas de conspirar para cometer el crimen. Entre ellas, Mary Surratt, la dueña de una pensión en la que se reunían los detenidos y que también es acusada. La cinta de Redford se centra en el proceso judicial y en las irregularidades de un juicio donde lo que imperaba, por encima del derecho a la justicia de los acusados, era la sed de venganza de un jurado formado por militares del bando vencedor en la guerra que estaba a punto de concluir.

Redford es fiel a su estilo. Sobrio y elegante, como siempre, pero plano y previsible, con momentos en los que no es nada difícil aburrirse. Más que como película histórica (a pesar de que el hecho sea poco conocido, más allá del asesinato en sí, ¿cuántos sabían lo que ocurrió en el juicio que le siguió y que aquí se cuenta?), incluso más que como película de abogados y juicios. La conspiración funciona como película política, como muestra de los entresijos y de aquella caza de brujas, de aquella búsqueda de unos culpables para calmar los ánimos de una población desgarrada y desesperada por curar heridas, temerosa de que la paz se volviera a romper. Y sobre todo funciona como traslación a la actualidad de los últimos años: el asesinato del presidente es el golpe a la nación del 11-S; el Secretario de Guerra Stanton es Dick Cheney defendiendo la razón de Estado por encima de la Constitución; y en ambas la idea de venganza está por encima del respeto de los derechos civiles de los que fueron acusados (en muchas ocasiones con pruebas circunstanciales y nada firmes).

En ocasiones es previsible, en otras la realización es plana, convencional, pero uno no puede evitar sentirse atrapado por la historia. Por el hecho de que (más allá de ideologías) La conspiración sea un alegato contra la injusticia, contra la caza de brujas y a favor de los derechos civiles. Y, sobre todo, porque cuenta con un elenco en estado de gracia, en el que destacan unos convincentes Colm Meaney, Kevin Kline, Tom Wilkinson y la siempre magnética RobinWright.

Una historia interesante, digna, aunque (ciertamente) podría haber dado más de sí.

 

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