El manto de la noche —desigual,
cautivo entre los cables y las telas,
ahuyentando la luz y sus estelas—
iba hablando entre azules al real.
La feria se quitaba el delantal
haciendo a los palillos, castañuelas;
reinventándose en nuevas acuarelas
y en brillos cada arteria cardinal.
Un simple interruptor, alguacilillo
fronterizo entre ferias y mitades
nos riega de sonrisas infantiles.
Eternos, limpios, viejos farolillos:
alumbrando mis huellas en edades;
jugando a ser estrellas en carriles.