Pregón de Reyes Magos 2011

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    Con la venia.

     

    Alcalde, autoridades, majestades, Estrella de la Ilusión, Cartero Real, señoras y señores. Buenas tardes.

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    Las ciencias del comportamiento han establecido que las personas somos capaces de mantener la máxima atención durante tan sólo 21 minutos.

    Lo que yo vengo a anunciar -tan importante para todos nosotros, como es la ilusión- necesita contar con toda vuestra atención. Así que…

    (Clara entra al escenario por el lado contrario del atril, seria y con la mochila del cole. Me interrumpe)

    Clara: – Hola mamá, ya estoy aquí.

    Ana: – ¡Hola mi niña! ¿Qué tal el cole?

    Clara: Bueno…

    Ana: Clara, te veo muy seria. ¿Ha pasado algo?

    Clara: Mamá ¿si te hago una pregunta… prometes decirme la verdad?

    Ana: Pues claro,

    Clara: (Dubitativa) Es que…

    Ana: (Mientras me siento junto a ella). ¿Qué te ocurre? Ya sabes que yo nunca miento.

    Clara: ¿Mamá, existen los Reyes Magos…?

    Ana: (Sorprendida) ¿Cómo…?

    Clara: (Dubitativa). Es que mis amigas del cole me han dicho que… que son los padres…

    Ana: (Comprensiva) ¿Sabes, Clara? Cuando yo tenía tu edad, más o menos, yo tenía una muñeca muy especial. Realmente era especial porque, a diferencia del resto, yo jugaba a ponerle sus vestiditos: tenía camisas, faldas, jeseys, pantalones, gorros, abriguitos. La carta de los Reyes Magos era la mejor ocasión que tenía, en todo el año, para conseguir nuevos conjuntos para ella. Cada mañana de Reyes me encontraba al pie de mi cama una gran caja llena de pequeños vestiditos.

    Hasta aquí todo normal ¿a que sí? (Clara asiente sonriendo)

    Bueno pues lo sorprendente de la historia era que los vestidos que los Reyes Magos me traían eran iguales a los míos, ¡iguales a los que yo me ponía! Yo no podía entender cómo sabían lo que había en mi armario…

    Hasta que un día, en el colegio, me puse malita. Llegué a casa antes de lo previsto y me encontré a la abuelita cosiendo los vestiditos ¡los vestiditos de mi muñeca! mientras chapurreaba, feliz, un villancico.

    Entonces le hice la misma pregunta que tú me has hecho hoy a mí.

    Y ella me contó esta historia.

    Verás: tú ya sabes que cuando el niño Jesús nació, los tres Reyes Magos llegaron hasta el portal guiados por una estrella. (Clara asiente, sin perderse un detalle). Allí pudieron adorarle y entregarle regalos como muestra de su amor y respeto.

    Jesús se puso tan contento y parecía tan feliz que Melchor, el más anciano, dijo:

    ¡Qué bonito es hacer feliz a un niño! Si pudiéramos llevar regalos a todos los niños del mundo y así hacerlos felices… a todos…

    Gaspar lo miró sonriendo. ¡Oh, sí, qué buena idea! – le dijo- Pero ¿cómo podríamos llevar nuestros regalos a tantos niños como hay?

    Baltasar, el rey negro, dudaba:

    – Es verdad que somos magos, pero nos resultaría muy difícil conseguir tantos regalos. Y más difícil aún, recorrer el mundo entero para entregarlos a todos los niños.

    ¡Pero qué idea tan bonita!

    Los tres Reyes Magos se quedaron algo tristes porque era un precioso deseo pero imposible de hacer realidad.

    Desde su cunita de paja, Jesús fijó su mirada en los tres ancianos y les sonrió con expresión de calma e infinito amor. Los tres reyes quedaron prendados. Comenzaron entonces a escuchar en su interior una melodía de suma belleza, una música que pareciera hecha por ángeles.

    – Sois muy buenos, mis queridos Reyes Magos – escucharon sus majestades entre deliciosos sones- Vuestro anhelo es bello y noble. Digno de verse hecho realidad.

    – Para poder llevar vuestros regalos, al mismo tiempo, a todos los niños del mundo necesitaréis muchos pajes, miles, millones de pajes.

    – Esos pajes serán las personas que más querrán a los niños, quienes mejor conocerán sus anhelos y méritos.

    – Pero no tendréis uno, sino dos pajes por cada niño que nazca en la Tierra.

    Los tres Reyes se miraron. Comenzaban a comprender lo que el niño Dios planeaba.

    – Puesto que así lo habéis deseado, y para que en nombre de los Reyes Magos de Oriente todos los niños reciban un regalo, cada Navidad los padres de todo el mundo serán vuestros pajes. Os ayudarán a realizar esta hermosa labor y cumplir así vuestro deseo de hacer felices a los niños por los siglos de los siglos.

    – Además, para rememorar vuestra llegada a Belén, vuestros pajes prepararán una hermosa Cabalga que recorrerá todos los pueblos y ciudades. Cada año os encarnarán y os ayudarán a derramar alegría e ilusión entre niños y mayores para que en el mundo siempre prevalezca la paz y el amor.

    Y así es, Clara, como los Reyes Magos, con la ayuda del Niño Jesús y la de millones de pajes consiguen cada noche de Reyes llegar a todos los hogares y llevar sus regalos a los niños del mundo.

    Clara: Ya lo entiendo. Entonces ¡Sí existen los Reyes Magos! Y los padres son sus pajes. Y les ayudan a repartir los regalos.

    Pues tengo un regalo para ti, mamá-paje.

    Ana: ¡Ah! ¡Tu gorro del disfraz de paje del cole!

    Clara: Es para ti, mamá, mi paje preferida.

    Ana: Gracias, cariño.

    Clara: Me voy a a jugar.

     

    ¡Qué dulce inocencia la de los niños!

    Fue así como Jesús comenzó su misión en la Tierra; Su primera semilla de Amor sembrada en el alma de hombres y mujeres. Y los corazones de tres sabios buenos sirvieron de manto abonado para que la simiente fructificara. El Amor, a través de su viaje a lomos de incansables camellos, se fue derramando en los corazones de los papás y mamás del mundo. Así, cándidamente -sigilosamente-, los niños fueron recibiendo en gotitas de inocencia la buena nueva.

    El Misterio de la noche de Reyes quedó así instaurado, impregnándose de tradición; transmitiéndose de generación en generación.

    Y cada Navidad, todo aquel que ha sido bendecido con un hijo, siente en lo más profundo de su corazón la llamada de los tres Reyes Magos. Sueñan y se desvelan para poder hacer realidad los anhelos de sus pequeños, haciendo fructificar la ilusión y la esperanza.

    Y así, durante siglos. Y así, para siempre.

    Pero… ¿y los pajes? ¡Qué gran responsabilidad!

    Ayudar a los Reyes Magos a derramar esa misma ilusión, esa misma esperanza: transmitir la prevalencia del Amor, la indiscutible soberanía del bien.

    Para ello deben elegir bien los obsequios que habrán de recibir sus hijos.

    Regalos que les ayuden a desarrollarse como personas.

    Que les diviertan, claro, pero que también les enseñen algo bueno, positivo.

    Que les trasmitan nuestro cariño, nuestra entrega incondicional, para así conseguir que se sientan seguros y queridos.

    La mayoría de nuestros niños son afortunados: cuentan con sus padres, que son sus pajes.

    Y con sus abuelos, que son sus pajes suplentes… los pajes senior.

    Padres y madres, abuelos y abuelas, pajes y suplentes, cuentan con el impulso de la magia de Sus Majestades los Reyes de Oriente para cumplir su misión de amor.

    Y con tanto ayudante… el éxito de su misión está garantizado.

     

    ¿Y los niños que no tienen paje?

    ¿Que pasa con los inocentes que no tienen quién les sirva de cauce de esa corriente de protección y amor, manada de aquellos tres Magos inolvidables? ¿Se puede mantener el hilo de la magia en los que se encuentran indefensos, sin nadie en quien apoyarse; en los que están solos y marginados?

    En nuestra sociedad, desafortunadamente, hay muchos inocentes sin paje.

    Nuestro moderno y avanzado mundo, alberga en sus rincones más oscuros- y más cercanos de lo que podríamos imaginar- a millones de niños que pasan hambre y mueren de inhanición.

    Que viven en condiciones infrahumanas. Que son obligados a ir a la guerra. Que se entregan a la edad adulta del trabajo. Que sufren vejaciones degradantes.

    Aquí no, en nuestra ciudad los niños no sufren estas calamidades…

    Pero…están los niños de la crisis; de esta tremenda crisis que a tantos hogares sin trabajo ha lastrado, de hipotecas imposibles, con el desencanto como rutina; con la frustración de no poder llegar a final de mes. ¡Ay, si no fuera por la ayuda de los abuelos! Y es que los abuelos, en muchos hogares, han tenido que emplearse bien como pajes suplentes.

    ¿Y nuestros mayores, nuestros niños grandes? Solitarios, enfermos… muchos de ellos tampoco tienen ya pajes.

    Están también nuestros niños discapacitados, físicos o psíquicos, cuyos pajes necesitan una ayuda extra para cumplir su función de facilitadores, de rompedores de barreras, para sus hijos.

    Los enfermos, son como niños indefensos que soportan el sufrimiento. Sus pajes no dan abasto y en muchas ocasiones necesitan nuestro apoyo para hacer llevadera la pesada carga. Las familias con enfermos de Alzheimer, por ejemplo, también son familias sin pajes.

    No nos olvidemos de los excluidos, los sin techo, que también los tenemos. La vida, las circunstancias, su condición… qué más da… les ha llevado a la amargura de la soledad incomprendida; despreciada a veces. Son -quien lo duda- verdaderos niños sin paje.

    ¿Y los inmigrantes? que vinieron a nuestra tierra huyendo de la miseria, de la guerra, del hambre… que han aportado su ilusión, sus ganas de vivir, su trabajo. Y que con esta dichosa crisis se han visto abocados al fracaso del regreso, en el mejor de los casos, con las manos vacías; en el peor, con una hipoteca que les ahoga la esperanza.

    Las mujeres maltratadas… las mujeres maltratadas son niñas sin pajes.

    Su indefensión, su sufrimiento, su convivencia en el precipicio de la muerte a son de puñetazos, hace sangre en nuestros corazones.

     

    Como veis, mi lista de personas inocentes sin pajes, podría ser, desgraciadamente, muy, muy larga…

    En este ambiente navideño que anima al encuentro, a reconocernos en los demás, a compartir lo que tenemos y lo que somos, que despierta en nosotros la llama de la solidaridad y el amor, yo quiero haceros una propuesta.

    ¿Por qué no ampliamos nuestro contrato con Sus Majestades?

    Al fin y al cabo ser los pajes que acercan la alegría de los Reyes Magos a nuestros hijos es algo que hacemos habitualmente y que no nos supone un gran esfuerzo. Además, tenemos la ayuda de los pajes suplentes.

    Estoy convencida de que nos sobra energía. Siempre podemos sacar un fleco de tiempo. Seguro que habrá algún recurso que podamos destinar a esta noble tarea.

    Mi propuesta es que ayudemos a los Reyes Magos a llegar a todas estas personas sin paje, convirtiéndonos en los suyos. Durante todo el año.

    Regalando la seguridad que da un techo y un plato caliente de comida, la esperanza que reporta un puesto de trabajo, la ilusión que provoca contar con un proyecto personal de vida…

    O simplemente comprometiéndonos a ayudarles a hacer más llevadera su carga…

     

    Porque, ¿quién no ha tenido alguna vez un mal día? o se le ha complicado la vida y se ha encontrado en un callejón sin salida, superado por las circunstancias o los errores cometidos.

    Al final, antes o después, a todos nos llega ese momento en el que nos sentimos impotentes, indefensos, desvalidos.

    Qué bien nos vendría en ese momento tener cerca de nosotros un paje de nuestros queridos Reyes Magos; un ser que derrame sobre nosotros su fuerza, su energía, su aliento…

     

    Pero, ¿cómo?

    ¿Cómo podemos nosotros ser pajes y cumplir esta misión tan inmensa y tan noble?

    Es tan fácil…

    Volver a levantar el vuelo en ocasiones sólo depende de una palabra amable; de un sincero apretón de manos que otorgue confianza verdadera; de un cariñoso abrazo; de un pequeño préstamo, de una nueva oportunidad que abra una puerta que estaba cerrada…

    Es tan fácil… y a la vez tan difícil…

    Vivimos en un mundo de competencia descarnada que nos pone a los unos contra los otros. Que nos fuerza a ser tremendamente egoístas, nos aisla y nos convierte en seres obsesivos de la autoperpetuación, el consumo y la acumulación.

    No es fácil, no.

     

    Os propongo, en este día de anunciación de la Epifanía, que nos preparemos para recibir esa hermosa Cabalgata de Reyes Magos con el corazón limpio.

    Preparémonos para que la alegría, la ilusión y el amor que traen Sus Majestades de lo más alto nos cale en lo más hondo de nuestro ser.

    Que ese torrente de bondad que es la Cabalgata de Reyes inunde nuestros corazones y nos ayude a ser mejores personas.

    Que seamos capaces de ver en Melchor la mirada de amor del Niño Jesús.

    Que podamos recibir de Gaspar esa ola de sosiego y paz.

    Que seamos dignos de esa bondad infinita que Baltasar derrocha sobre nosotros.

    Y así la Estrella de la Ilusión será, desde la tarde del próximo día 5, nuestra guía en esta misión. Nos ayudará a que nuestros pensamientos sean siempre positivos, que nuestras palabras sean siempre amables, que nuestras obras sean siempre dignas de Sus Majestades.

    Que el Cartero Real haga llegar este mensaje a todos y que esta gran misión se propague, contagie a todos nuestros vecinos y se convierta en una gran pandemia de amor.

     

    Estoy convencida de que no es tan difícil.

    No en vano, ser pajes de nuestros semejantes es un rasgo del carácter de nuestra gente.

    Andalucía siempre ha sido una tierra alegre y solidaria.

    Que los Reyes Magos no permitan que ese tinte inconfundible, esa impronta, esa grandeza se nos quede en el camino del necesario progreso.

     

    Así pues, majestades, en esta mágica tarde, en la que como cada año en nuestra ciudad se produce la encarnación de los Reyes Magos y aprovechando mi privilegiada posición de pregonera de vuestra llegada. Quiero haceros mi petición de Reyes.

    Quiero pediros una sola cosa.

    Que nos ayudéis a ser personas dignas de ser vuestros pajes.

    Que nos concedáis los dones que atesoran las personas verdaderas, generosas, sensibles a las necesidades de los demás, dispuestas a echar una mano, comprometidas con las causas nobles, valientes frente a la injusticia…

    Para así llegar a ser buenas hijas, buenos hermanos, buenas madres, buenos amigos, buenas vecinas, buenos compañeros de trabajo… en definitiva, buenas personas.

    Y por fin la semilla que hace 20 siglos sembrasteis en nuestros corazones germinará en todo su esplendor. Y haremos, de verdad, realidad vuestro hermoso deseo de hacer felices a las personas que nos rodean.

    Y este empuje de amor y tradición perfumará a nuestros hijos, los hijos de nuestros vecinos, los niños de nuestra ciudad, los niños del mundo, los niños grandes, nuestras mujeres niñas, los enfermos, los desprotegidos…

    Y no durante una noche, sino cada día, y para siempre.

    Así podremos, con vuestra mágica intervención, construir entre todos un mundo mejor: más humano, un lugar justo y solidario, un lugar más habitable.

     

    Llegar a ser anunciadora de Sus Majestades es para mi un gran honor.

    Aunque ya he pregonado, con todo detalle, vuestra llegada durante los últimos quince años desde las páginas del periódico La Semana.

    Pero está claro que este año es especial…

    Así que… me pongo el gorro que me ha regalado Clara para convertirme en mamá-paje.

    Y tomando prestado un poquito de vuestra magia vamos a dar un pequeño salto al futuro.

    Nos transportamos al próximo miércoles día 5 de enero, ya hemos estrenado 2011, es el día de vuestra llegada oficial a nuestra ciudad.

    (Todas las luces, las del escenario y las del público, parpadean y se apagan. Aparece en un atril la portada de La Semana)

    Y aquí tenéis la portada del periódico de La Semana de hoy miércoles.

     

    Más de 100.000 pajes ayudarán esta noche a los Reyes Magos a llevar sus regalos a los inocentes de Dos Hermanas.

    Para conseguir realizar su hermosa labor de llevar su alegría y los regalos a los más pequeños y a todos los inocentes de Dos Hermanas, sus Majestades cuentan desde este año, en nuestra ciudad, con la ayuda de sus más de 100,000 pajes. Ya está todo preparado para que a las seis de la tarde, la Cabalgata inicie su andadura recorriendo las principales calles de la ciudad. Este año, sus pajes han querido inspirarse en los medios de transporte para diseñar sus carrozas. Más tarde, a lo largo de esta mágica noche, los Reyes Magos, con la colaboración de sus miles de ayudantes, repartirán sus regalos por todos los hogares.

     

    No quiero terminar sin resaltar antes el abnegado trabajo que hacen en nuestra ciudad unos pajes muy especiales.

    A ellos quiero regalar los versos de mi amigo y poeta José María García.

     

    Pasa la cabalgata:

    ilusión, escaparate,

    un cajón, un arriate

    donde los sueños despiertos

    se apelmazan, se acumulan;

    y tantos son que rezuman

    de entre el cajón entreabierto.

     

    Pasa la cabalgata

    desenterrando a la infancia;

    perfumando en su fragancia

    nuestro tiempo —enmarañado—

    al tiempo que nuestros hijos

    desenredan entresijos

    que pensábamos pasados.

     

    Y todo gira a su ritmo.

    Todo mantiene querencias

    de memorias en esencias

    depositadas, discretas,

    sobre un halo de disfraces,

    mil caramelos fugaces

    y un puñado de carretas.

     

    No es mágico el celofán.

    Ni es el tractor, o la nieve,

    lo que arrulla y que conmueve

    al que disfruta perplejo:

    que el motor —bien lo sabéis—

    es el trabajo que hacéis

    los que movéis el cortejo.

     

    Que vosotros, los currantes,

    los que antes que los fríos

    se presenten a advertiros

    cuán poco queda al detalle,

    sois la razón, la simiente,

    de cada belén viviente

    que se ve por nuestras calles.

     

    ¿O no se ha prendado nadie

    por la imagen de un abuelo

    cogiéndole un caramelo

    a un niño medio extasiado,

    que acaba de ver pasar

    a su gran Rey Baltasar

    justo justo por su lado?

     

    ¿O es que nadie se hace niño

    al divisar a la estrella?

    ¿O es que no nos hacen mella

    los recuerdos de otras vidas

    que, al son de la cabalgata,

    se nos deslizan a gatas

    de entre el alma sorprendida?

     

    Y todos, recuerdos niños,

    —los recuerdos importantes—

    vuelven porque, meses antes,

    existe quién se desvive

    por arrancarle ilusión

    a cien kilos de cartón

    y además, va, y lo consigue.

     

    Yo también fui de los vuestros.

    También yo viví entre nervios

    cada esfuerzo, cada arreglo,

    cada adorno de hojalata

    de los que, en tiempos, fui mano

    para abrir a mis paisanos

    el son de su cabalgata.

     

    Y así, en todos los pueblos;

    e igual, todas las ciudades,

    aunque les disten caudales,

    las cifras, las poblaciones,

    los colores, las riquezas,

    los honores o flaquezas,

    todas sentirán sus sones.

     

    Y será igual, sin que importen

    pasados viejos, presentes,

    los futuros, los ausentes,

    los débiles, poderosos,

    los honrados o truhanes:

    que todos posarán sus planes

    bajo un raso esplendoroso.

     

    Es parte de nuestro paso;

    nuestro vaso medio lleno.

    El optimismo sincero,

    infantil y recordado,

    que entre luces y cartones

    nos traspasa en sensaciones

    de ilusión por los costados.

     

    A todos los hombres y mujeres de la Asociación Nazarena Pro-Cabalgata de Reyes Magos “Estrella de la ilusión”.

    ¡Al esfuerzo y constancia de unos pajes muy grandes!

    He dicho.

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