La calle Campoamor (y II)

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(Primera parte)

Dos Hermanas, 1940-1945

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••• «Canona», «el Pecao», «la Carrilla», «los Plaza», María «la Cola», «la de Cujales», «la Ramona» en su casa de vecinos donde tuvo un pequeño colegio, «Carmelita la Paz» (cuñada de María «la Cola»), Agustina «la Pataslargas» (la madre del «Pata»), María «la Paquina», Carmen «la del Cisma», Valme Castro «la del Gato» (consuegra del «Porrero»). Ya en la acera de enfrente y en sentido contrario: el hijo de Antonio «el de las telas», «el Forrollo», José «el Porrero», Gabriel «el Ciego» (Gabriel «el Latero»), «el Charneco» y su esposa «la Chaparreja», Juanillo «el loco» y su esposa Dolores «la del Turri», Encarna «la del Quirri», Juan «el de las perras» y Concha «la de las perras», Juana «la gorda», «Angelita Inurria», «Currillo Piña», Vicente Conejero, Moreno «el de los borricos» (manigero de  Lugar Nuevo), María «la de Callejo», «la Molina», «Antoñita» y luego Trini «la del niño Manolo» (sobrino de Rafaela «la del Primito»), «la Carrilla», «el Doval» y su esposa Josefa «la del Monda», Miguel Castro (hermano de Valme «…la del gato») y luego «Juanito el Beni» (hijo de Benito Cordero) y su esposa «la Paquina», Valme «la de Cantely», «el compadre» (el corralón donde preparaba almácigas de eucalipto) junto al polvero de «Varela», la familia Castillo que trabajaban en ‘Bujalmoro’, «el Cardona» (suegro del «Pelao») y luego «el carabinero» que ya retirado sacaba unas perras enseñando a los chiquillos a leer y a escribir cada noche, «el coronel», Manolito «el Titi» y su esposa Juana «la Cojilla», Bernardo «el carpintero» (…de la fábrica de telares) tras su cuñado Pepe, «Joselito Márquez» (hermano de «Currillo Márquez»), «La Potaje», Rafael Mejías y su esposa (carnicero con el que trabajaba de ayudante Manuel el zagal que me socorrió) «el Tobalo» (yerno de Juan Lebrón) luego María (hija de «la choricera»), y por último la familia Muñoz que regentaban el quiosco del Arenal.

Atrás había quedado la vivienda del joven José y su familia; «el númeroº 33» donde nació («Joselito» el de Rafaela «la Piñona» tal como lo conocían y saludaban): el niño que todo me argumentaba cual sabio; todo cuanto veía y le preguntaba: también sobre las pozas donde los aseos evacuaban, pues no había alcantarillado público todavía; tan sólo un canalillo bajo el acerado para el desagüe de aguas desde los patios y corrales, cuya corriente y pendiente buscaban el campo; donde trabajaban la mayoría de los hombres, allá tras aquella hilera de viviendas en su caso (Los Montecillos hoy) donde igual «Joselito» llevaba el ganado a comer tras sacarlo de aquel corralón que tenían alquilado. Fue poco al colegio Ave María y cuidaba de los animales cuya carne luego su padre (Pepe «el Matachivo») vendía en el puesto de la recién estrenada plaza de abastos (inaugurada siendo alcalde D. Manuel Andrés en 1936), puesto heredado de su abuelo Pepe «el de la Carne» de cuando el mercado estaba en «los Jardinillos» (hoy «Plaza de la Constitución»).

2202Al tiempo creí estar a punto de un nuevo accidente; no más que una broma del joven Manuel como que arrollándome con su bicicleta. La verdad es que le habíamos perdido la pista; no sin embargo él a nosotros por suerte, para con su interés en mostrarme «el númeroº 47»; la casa donde vivía con sus padres: Juan «el Lucero» y María «la Lucera». Y es que también estaba muy ocupado pues trabajando a su edad tal cual venía haciendo de «carnicero», además durante el descanso del mediodía cuando iba al «Colegio del Cementerio» (Colegio «Calvo Sotelo,» «San Sebastián» hoy); aprovechaba para ganarse unas «perras» más llevando el almuerzo a Demesio (encargado en la bodega de José Gómez donde hoy el Hogar ‘Santa Ana’ en la calle del mismo nombre), así como también de su casa al trabajo del consuegro de este: «El Puya» (portero en la fábrica de telares). Ya para colmo luego le tocaba catequesis preparatoria de La Primera Comunión, con Carmina «la de Torralba» en la calle Melliza una vez por semana al terminar las clases.

De repente colisioné al aire con un objeto compacto por lo mojado; una pelota de trapo reliado con la que únicamente podían jugar al futbol un grupo de niños. A continuación me resultó peculiar el canasto de mimbre colmado de tagaznina que sostenía una mujer; y es que dichos canastos eran la principal forma de cargar y llevar algo en aquella época. Ya en cambio como medio de transporte, las pesadas bicicletas y los carros tirados por borricos con los que volvíamos a cruzarnos; tras lo cual observé a  dos mujeres comprando leche de cabra donde un rato antes había entrado aquella muchacha que tanto llamó mi atención. Guiado por mis dos amigos terminé visitando esa casa que anteriormente fuera de Manuel «el de las perras»; de José «el Melaguillo» y su esposa Pepa entonces (prima segunda de «Joselito» y futuros suegros ambos del joven Manuel); coincidiendo casualmente con los padres y los tres hermanos de «Pepilla»: Antonia y Pepe «el de las cabras» y Mercedes (la referida joven de unos 20 años), Eduardo y María respectivamente. Me fascinó todo por lo antiguo; lo cual observé mientras les escuché hablar de «Cafetera»; la más singular del rebaño de cabras de cuando escapó hacia Eduardo y de los ladrones que robaron los animales cuando vivían en Las Cabezas de San Juan. En relación fue un placer contemplar la temperamental idiosincrasia de la mencionada joven, pero no sé …comencé a sentirme nervioso, y a la vez cautivado por un inmenso frío. Y es que súbitamente la humedad bañó la casa, tal que así nublado el cielo pareció entrar silente por la ventana: El rocío en el cristal deslizaba cual mejilla, la emoción del alma herida cuando pude comprobar. Comprobar allí por suerte la experiencia más ‘inerme’; comprobar que aquella joven …sería mi abuela Mercedes.!

Al instante más distante de una noche al infinito, desperté de lo profundo en el mayor de los silencios. No lograba comprenderlo; todo había sido un sueño; tan maravilloso como inconcebible, …sólo pues un bello sueño. Luego pasaron horas de calado pensamiento; reflexión tras la quimera del austral amanecer: cuanta historia por escribir de futuro ayer incierto, de mustia rosa sin abrir cuando sólo había «invierno». De repente quedo atónito al verme manchado de sangre, tras lo cual atiendo a un leve dolor en mi brazo izquierdo. Cual es mi sorpresa cuando observo con estupor aquella herida por la caída (¿?); aquella «magulladura de sangre» que me deja consternado, …consternado, …consternado, …consternado, …consternado.
Hasta aquí el relato del árido periodo al cual hago tan modesta referencia (1940-1945), sobre la base de todo aquello vivido en el pasado para con la posible empatía que sugieran las palabras. Ardua tarea la de reflejar y transmitir con ellas un tiempo más que difícil también en nuestra Dos Hermanas. Sincero pretexto («la calle Campoamor») para homenajear así de nuevo, a todo aquel nazareno que ‘se fue para nunca más volver’. Otra pudo ser la calle y otros muchos los protagonistas, …mayoría oriundos de una misma tierra; la del sueño roto derramado en el camino, la de bucólica estampa y tan añeja semblanza.

Mi agradecimiento a D. José Romero García y a D. Manuel Sánchez Reyes.
Dos Hermanas, 22 de abril de 2009
…70 años después.

 

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