Revolución desde la base

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(Lucas 21,5-9) Sed revolucionarios y no le temáis a los poderes de este mundo que intentan siempre que pongáis a su servicio, primero, vuestro tiempo, después vuestro dinero, y, por último, vuestra alma y vuestros sentimientos.

Sed revolucionarios y negaos a que vuestro horizonte sean parejas esporádicas que enmascaran vuestra soledad. Buscad el amor con la «A» mayúscula de la entrega, y con la «a» minúscula de la debilidad.

Sed revolucionarios y acoged en vuestro corazón y en lo cotidiano de vuestra vida al pobre, al débil, al que a otros estorba. Siempre será fuente de alegría, de aventura, de generosidad. Que el inmigrante, que el toxicómano, que todo el que soporta la mirada desconfiada de muchos, encuentre en vuestros ojos una mirada amiga.

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Sed revolucionarios y no os avergoncéis, en ningún momento, ante nadie, de la fe que os da vida. Rezad, aunque os vean; hablad de la persona de Jesús, si creéis que los demás lo necesitan; no os conforméis con los pecados de la Iglesia, aunque algunos quieran apedrearla por ellos, y otros simplemente negarlos ciegamente.

Sed revolucionarios, y mirad cómo este mundo nuestro puede ir acogiendo el mundo nuevo que Jesucristo abrió con su muerte y resurrección. Tanto ha de cambiar este mundo, a veces, tan inhumano…, y nunca el mundo cambió sólo. Hoy nos toca a nosotros.

 

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