Una vez Jesucristo fue enterrado,
Su palabra, Su vida, Su mensaje,
la lección de Su muerte y Su bagaje
se empezaron a anclar en Su pasado.
Llegaron a pensar que la promesa
de vencer a la muerte con Su vida
se empezaba a perder con Su partida
como un fuego a la efímera pavesa.
Aún así, la promesa se cumplió
completando el encargo del Mesías,
de forma que aún muriendo, a los tres días,
Jesús de Nazaret resucitó…
Y aquí resucitar suena a clarines,
a explosión de colores sempiternos,
a emoción, a querencias entre cuernos
que están ya en nuestra esencia y sus confines.
Así es Sevilla: una mezcla que entrevera
la lágrima en el rostro y en la copa,
seguidas, seguiditas entre notas
que son el dulce son de primavera,
sacando, tras un palio, los tendidos…
una forma especial de dar sentido
al ruán y al volante a su manera.