Tarantino en estado puro

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cineMALDITOS BASTARDOS

Aunque sigue siendo defenestrado por muchos, Quentin Tarantino sigue haciendo cine. Buen cine. Malditos bastardos, cuyo guión ha estado rondando desde hace más de diez años, con múltiples variaciones a través de este tiempo, y que puede entenderse como una libérrima adaptación de la película italiana de 1978 Aquel maldito tren blindado, consigue de nuevo sorprender, y es claramente obra de Tarantino, por su concepción, por su estética, por su (siempre presente) autoreferencialidad. Y es que Tarantino es mucho Tarantino y le gusta citarse a sí mismo: la estructura de la cinta es la misma que utilizó en Kill Bill; la música tiene algunas melodías que ya usó en aquella; en ocasiones recuerda a Death proof, y otras a Reservoir dogs, siempre con su estilo, con sus señas de identidad.

Estados Unidos-Alemania, 2009. (153’)
Título original: Inglourious basterds.
Escrita y dirigida por: Quentin Tarantino.
Producción: Lawrence Bender.
Fotografía:  Robert Richardson.
Montaje: Sally Menke.
Intérpretes: Brad Pitt (Tte. Aldo Raine), Mélanie Laurent (Shosanna Dreyfus), Christoph Waltz (Coronel Hans Landa), Eli Roth (Sgto. Donny Donowitz), Michael Fassbender (Tte. Archie Hicox), Diane Kruger (Bridget von Hammersmack), Daniel Brühl (Fredrick Zoller), Til Schweiger (Sgto. Hugo Stiglitz), Sylvester Groth (Goebbles), Gedeon Burkhard (Wilhem Wicki), Martin Wuttke (Adolf Hitler), Mike Myers (General Ed Fenech), Julie Dreyfus (Francesca Mondino), Jacky Ido (Marcel).

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En los inicios de la invasión alemana de Francia, la joven Shosanna es testigo de cómo las tropas nazis asesinan a su familia, y ella escapa de milagro del Coronel Landa, conocido como el ‘cazajudíos’. Años después, el teniente Aldo Raine organiza un grupo de soldados judíos americanos con un único objetivo: llegar a París y matar nazis. Con el tiempo, los hombres de Raine, conocidos por los alemanes como ‘los bastardos’ llegan a ser una prioridad para los líderes del ejército invasor. Shosanna, que ahora vive en París con otra identidad y que regenta un cine, es ‘perseguida’ por Fredrick, un soldado alemán, un héroe de guerra y actor, enamorado de la chica, que convence a Goebbles para que el gran estreno de la última película alemana sea en el pequeño cine de ella.

La gloria de la película está en su propio exceso. No es completamente fiel a la historia (a decir verdad, la cambia radicalmente en algunos puntos), pero eso es lo de menos, su pretensión no es la fidelidad, sino el espectáculo. Tarantino sigue siendo un artesano del diálogo, al que en muchos momentos enfrenta deliberadamente a escenas estridentes, casi chirriantes, sigue siendo un maestro al seleccionar la música que acompaña a sus cintas, ademas de un cinéfilo empedernido (son tantas las citas, los homenajes, que se pueden encontrar en Malditos bastardos, que necesitaríamos dos o tres artículos como este para nombrarlas a todas).

Malditos bastardos tiene varios momentos sublimes: el capítulo uno, que es una película en sí, muy cercana al western; la media hora de tensión pura y dura a la que nos somete en el bar; la escena en la que Shosanna se prepara para su venganza, con la música de El beso de la pantera de fondo… Y tiene a un actor portentoso: Christoph Waltz, cuyo personaje tiene un látigo por lengua, un ser que inspira miedo sólo con verlo y oírlo.

Lo último de Tarantino es una película sobre el lenguaje, una declaración de amor al cine como elemento liberador, catártico. Los bastardos del título son una excusa, la historia va por otros derroteros. Y es muy buena, aunque no llega a la cima que, de momento, sigue teniendo en las magistrales dos partes de Kill Bill.

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