Inversiones y economía

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(Mateo 25, 14-30) El dinero que los gobiernos de los países ricos han empleado en “salvar” a la banca hubiera servido para dar de comer a los hambrientos del mundo durante los próximos 50 años. ¿Quién entiende que tengamos que pagar para “salvar” a quienes están hundiendo a tantas familias con hipotecas criminales?

Como nos creímos ricos, se nos olvidó que sólo éramos instrumentos de consumo en manos del capital financiero. Como nos creímos ricos, se nos olvidó que nuestra familia vale para el gran capital lo mismo que las del Congo o Somalia, en cuanto ya no nos pueden utilizar.

Al final seremos los pobres los que, ayudándonos unos a otros, logremos salir de la crisis. Serán los abuelos que cobran una pensión los que den de comer a sus hijos, que sólo cobran para los bancos. Serán los pequeños empresarios los que, arriesgando todo lo que tienen, mantengan los puestos de trabajo en las horas más duras. Serán los trabajadores los que muestren su solidaridad con otros trabajadores que han tenido menos suerte, o, incluso, menos talento que ellos.

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El evangelio de esta semana nos exhorta a poner en actividad toda nuestra creatividad, toda nuestra solidaridad y todo nuestro trabajo para emplearlo en lo que Dios Padre quiere: que todos sus hijos tengan vida y la tengan en abundancia.

Tanta riqueza como hay en nuestra tierra, en todas sus gentes, en ti y en mí, tiene que ponerse en movimiento para que haya suficiente para todos. Que no te paralice el miedo. En esta hora todos tenemos que ser centros I + D + S: centros de investigación y desarrollo solidario.

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