La culpa fue del cha cha cha (cuento de terror)

0
- Publicidad -

La presencia de este avión pilotado por terroristas no fue detectada por ningún radar, ni siquiera por esos radares ultramodernos que son capaces de encontrar una mota de polvo metálico en suspensión, teñida con pintura invisible. Así fue que, cuando el avión se estrelló en pleno parqué de Wall Street, nadie pareció haberse dado cuenta de su entrada fulminante, de destrucción masiva (tan absortos estaban los brookers con el venenoso color del dinero).

 

La explosión de este avión pilotado por terroristas no causó ninguna muerte en la ‘zona cero’ de Wall Street. Eso sí, llevaba decenios provocando muerte y destrucción por hambrunas y guerras y esquilmando recursos naturales de la forma más despiadada que se pueda imaginar. Como en los mejores (¿peores?) sueños de la ciencia ficción, las bombas de racimo que portaba el siniestro aparato trajeron la masacre más perfecta, aséptica e impoluta, el nuevo terrorismo 2.0, capaz de arrasar el mundo sin dejar caer ni un sólo muro, salvo el de la ética más elemental del ser humano. No, no hubo crudas imágenes de torres gemelas desmoronándose: sólo gente cabizbaja, teléfono móvil en ristre, negando y resoplando a sus interlocutores.

- Publicidad -

En cuanto a los terroristas, ninguno pereció en su ataque homicida (no se puede decir suicida, porque sabían que no iban a perecer). Tampoco hubo Guantánamo para ellos; todo lo contrario: tras la deflagración, lo celebraron recibiendo tratamientos faciales, manicuras y masajes en un lujoso spa, donde se gastaron varios cientos de miles de dólares cuyo origen, según está comprobado, es el de los mismos que sufrieron y sufren las consecuencias del atentado del avión invisible.

Los efectos de la onda expansiva de aquello son incalculables en tiempo y víctimas. Casi nadie lo dice, pero lo cierto es que se podía hablar de crimen contra la humanidad. Es verdad: estamos hablando de un crimen y de un atentado financieros, y tal vez por eso no hay culpables en el banquillo de los acusados, ni condenas, ni castigos ejemplares… quizá, o muchos así opinamos, porque los verdaderos culpables, los que de verdad manejaron los controles del avión-parca, no cabrían en la sala de ningún tribunal del mundo, por muy espacioso que este fuese y por muchos banquillos de presuntos culpables que tuviese. De hecho, tampoco existen aviones de tamaño suficiente para albergar a tantos delincuentes financieros.

Porque, en realidad… ¿quiénes son los verdaderos culpables? ¿Cuántos iban en ese avión que cayó en Wall Street y acabó, por el efecto mariposa, condenando al resto de la humanidad? ¿Cuántos y quiénes son los responsables de haber cometido un delito de omisión? ¿Y tribunales? ¿Quiénes componen el tribunal? ¿Cuántos jueces habría con manos limpias y cuántos correrían el riesgo de ser juzgadores y juzgados al mismo tiempo? Esa es la gran pregunta, a la que nadie quiere responder, pero de la que todo el mundo (culpables incluidos) tiene claro cuál es la respuesta.

El mismo día del atentado, Paco fue despedido de su trabajo. Al parecer, su jefe le había dicho que la culpa de todo era del terremoto de Wall Street. "¿Ahora lo llaman terremoto?", pensó Paco, quien, obviamente, no era la niña de Rajoy (y no lo digo por la diferencia de sexo: tampoco era el fontanero Joe). Total, que una semana después, Paco se dio cuenta de que con lo que le daban de prestación por desempleo no iba a tener para pagar la hipoteca. Así que fue a ver al político que había votado y le contó su problema.

– Mira lo que me ha pasado, ZP (conservemos la intimidad del político poniendo esas dos simples siglas). Que me han echado del trabajo y ahora no voy a tener dinero para pagar la hipoteca al banco.

ZP, quien, además de político, era parte del grupo de juzgadores que iban a juzgar a los del atentado (aunque muchos aseguran que tal vez él miró para otro lado cuando el avión pasó por encima de su casa, lo cual, si se llegase a demostrar que todos los políticos como ZP hicieron lo mismo, explicaría que ningún radar ni nadie lo viese pasar en su tétrico camino hacia Wall Street), le dio una confiada palmadita en la espalda a Paco y le dijo:
– Déjalo en mis manos. Acabo de reunirme con tu banquero y le he prometido que si tú no puedes pagarle la hipoteca, nuestro gobierno le dará dinero.

Paco se sintió contrariado. No entendía por qué, si el problema del desempleo y de la falta de recursos para comer lo tenía él, ZP le iba a solucionar el problema soltándole la pasta (su pasta) al otro. Pero lo cierto es que todos los políticos del mundo, sean de un lado o de otro, están haciendo lo mismo en sus países, pensó. ¿No será que esto no era como nos lo habían contado? ¿No será que hay algo que no nos contaron nunca? ¿No será…? Y así siguió preguntándose y preguntándose durante un buen rato.

De vuelta a casa, para espantarse los nubarrones que le oscurecían sus pensamientos, buscó en la radio de su coche una emisora donde oír algo de música. Se quedó parado en una que le sonaba de hacía un porrón de años y empezó a silbar el estribillo. La canción era de Gabinete Caligari, y el estribillo decía "La culpa fue del cha cha cha / que tú me enseñaste a bailar / que me volvió caradura / por la más pura casualidad".

- Publicidad -

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí
Captcha verification failed!
La puntuación de usuario de captcha falló. ¡por favor contáctenos!