Muchos de nuestros barrios en Dos Hermanas tienen fundada su economía en el sector de la construcción. Por lo que la crisis está repercutiendo en ellos con una fuerza grande. No pasa una semana sin que varias familias se acerquen a la parroquia con el mismo problema: una hipoteca alta que ha crecido en un 30 o un 40%, y que necesita todos los meses cerca del millar de euros, y una pareja joven que tiene uno o los dos miembros en paro.
Si de los dos sueldos de la familia sólo queda uno, se emplea en pagar la hipoteca; así que les toca a los abuelos llenar el frigorífico y comprar la ropa que vaya haciendo falta a los nietos. Si son los dos sueldos los que se han perdido la situación se pone más oscura y aterra pensar qué ocurrirá cuando se acabe el subsidio de paro.
Llegan estas familias a las parroquias a la desesperada, conscientes de que un problema económico tan grande no puede encontrar solución en una comunidad cristiana pobre de gente tan o más sencilla que ellos mismos. Pero vienen buscando un desahogo, un consuelo, una luz, una palabra de aliento. Intentamos dárselos y orientarles hacia algún camino de solución.
Son tiempos de solidaridad y austeridad. Los cristianos estamos llamados a ser testigos de que la humanidad es, en su realidad profunda y auténtica, una única familia, una fraternidad. Las cáritas parroquiales, el Servicio de Orientación Laboral, las hermandades, los jóvenes cristianos, las congregaciones religiosas debemos significarnos por nuestra cercanía, comprensión y ayuda eficaz a las familias que estén pasando más dificultad.
Pero junto con esta solidaridad tenemos que saber aprender algunas lecciones de esta situación de crisis.
Durante años muchos trabajadores de la construcción han estado ganando un sueldo muy por encima de su cualificación profesional. Algunos de ellos han dilapidado ese dinero en lujos superficiales y de un gusto dudoso. No es cuestión de hacer leña del árbol cuando cae, pero es en los momentos malos cuando se aprenden criterios para vivir con sensatez y sabiduría toda la vida; de los escarmentados nacen los avisados.
Una segunda lección que nos ofrecen estos tiempos difíciles va en torno al valor que se le ha dado a los estudios de los jóvenes en nuestros barrios. No ha sido extraño que chavales de 15 años lo hayan dejado pensando que en breve iban a ganar un buen sueldo yéndose a trabajar de peón con algún vecino o familiar. Abandonaron toda posibilidad de cualificación profesional y ahora se encuentran sin estudios y sin trabajo. El bajísimo nivel de estudios superiores que tienen los jóvenes de nuestros barrios no es buen aval en tiempos de crisis. Ahora todos buscan un contrato en las obras del ayuntamiento.
Hay cosas importantes que las familias pobres hemos de aprender de estos momentos. Pero también los poderes públicos han de revisar el proceso económico que nos ha llevado a esto. No sé si habría sido posible tomar medidas para paliar la burbuja inmobiliaria y la inflación de obras en tantos y tantos municipios de España. Supongo que sí. El tiempo ha mostrado que los impuestos cobrados por tantas construcciones, y que han engrosado las arcas municipales, han empobrecido a las familias más vulnerables.
También supongo que habría sido posible arbitrar algún control sobre bancos y empresas inmobiliarias que durante años han hecho su agosto, subiendo artificialmente el precio de unos pisos, que se convertirán en una larga esclavitud para muchas familias jóvenes.
Esta es la hora de solidaridad; solidaridad con el inmigrante y las familias de jóvenes que sufren el problema del paro; solidaridad de los cristianos y de todos los profesionales de buena voluntad. Solidaridad y eficacia de las instituciones públicas que han de trabajar para hacer menos aguda y dolorosa la situación de los más pobres, como creo que lo harán.
