Público

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montequintoNo existe una fórmula mágica que proteja lo que es público, lo que es de todos, nuestras calles, parques y edificios, del indebido, dañino e incluso peligroso uso, que el incívico ciudadano de turno quiera hacer. 

Para el inconsciente que intenta emular a Fernando Alonso por nuestras calles, no hay un badén inteligente que lo fastidie sólo a él, ni ha nacido todavía el guardia que vaya a multar al que sale con su perro sin la bolsita, no hay farola que le devuelva la pedrada a los que nos tienen los parques en penumbra, ni hay castigo ejemplarizante para el que pone en peligro la vida de los demás circulando contramano, o para el que siempre encuentra su aparcamiento reservado en los pasos de peatones.

Ante todas estas conductas incívicas que perturban la convivencia diaria en mayor o menor medida, a veces se abre una puerta a la esperanza, cuando vemos que desde lo público, no se desfallece, y se siguen intentando erradicar todos estos males, casi endémicos, con soluciones quizás algo tradicionales, pero al cien por cien efectivas.

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