La otra Navidad de los campanilleros de Gran Poder

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coro gran poderLlevaron su música el pasado sábado a los reclusos de la cárcel Sevilla 2

Por segundo año el coro de campanilleros de la Hermandad de Gran Poder ha llevado un pedacito de las fiestas navideñas a los reclusos de Sevilla 2. Después de un viaje en autobús en el que se intercambian impresiones, preferencias de repertorio e incluso se afinan las gargantas, se llega a las puertas de la cárcel. Si no fuera por los controles de seguridad y las puertas que se cierran a su paso nadie diría que se trata de una prisión, sobre todo por los jardines centrales, que recuerdan más a un hospital o un centro de rehabilitación.
Algunos no han pisado nunca un centro penitenciario y la impresión es considerable cuando se enfilan los pasillos, asépticos, aunque se respira un aire distinto al del exterior. Gracias a la Pastoral Penitenciaria, que gestiona las visitas de este tipo, los campanilleros pueden realizar su labor voluntaria de alegrar estas fechas a quienes están privados de libertad. Muchos de los presos que se instalan en las sillas de plástico del salón de actos de la zona de cumplimiento son muy jóvenes y viven estos momentos de manera especial, ya que los hacen salir de la rutina. Con orden y saludando a todo el mundo van entrando poco a poco una vez que el coro se ha instalado en el escenario. Se atenúan las luces y comienza el espectáculo

Repertorio con algún estreno
Los villancicos tradicionales, entre ellos un estreno, se van desgranando con la buena voluntad y la ilusión de quienes saben que están llevando la alegría a los que no la tienen. No faltan el villancico Quiero ser campanillero ni, por supuesto, Los campanilleros, que los reclusos piden con insistencia hasta que el coro satisface la petición. Los aplausos se suceden desde el público, algunos cantan, otros tocan las palmas, y todos disfrutan gracias a esta labor desinteresada de los hermanos de Gran Poder.

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Como no puede ser menos, la actuación termina por sevillanas, e incluso algunos presos jóvenes se atreven a subir al escenario a compartir el baile con algunas de las integrantes del coro. Y aunque la hora exige que el espectáculo vaya terminando, un chico canta por fandangos con acompañamiento de guitarra. Es el momento culminante y el final de una tarde que, a buen seguro, ha tenido la virtud de hacerles olvidar por unas horas que no están en casa, con la familia, celebrando la Navidad. Muchos de ellos se acercan hasta el escenario y, a pesar de que se les echa el tiempo encima, los campanilleros conversan con los reclusos y terminan regalándoles las bufandas moradas del Gran Poder. Es el final y el regreso es inminente.

Satisfacción
A pesar de que ya es de noche, del frío y de que la experiencia es siempre dura, todos llevan cara de satisfacción y una sonrisa en los labios. Poco a poco devuelven los carnets de identidad y la salida está más cerca. Pero antes, la funcionaria que despide a los campanilleros les pide un villancico. La guitarra, la pandereta, el almirez, el triángulo, el cántaro y las campanillas del coro de la hermandad nazarena vuelven a sonar, por última vez y hasta el año que viene, dentro de Sevilla 2.

La vuelta se hace con la sensación del deber cumplido, al menos con la certidumbre de que han llevado la esperanza a quienes es difícil que la mantengan. Algunos integrantes del coro cuentan que la experiencia es inolvidable y que, a pesar de que muchos dicen que “si están ahí es porque algo habrán hecho”, sin duda es una forma más de demostrar la caridad cristiana.  

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