La monarquía: una asignatura pendiente

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¡Qué país, dan ganas de llamarlo España!, decía un personaje en una viñeta de Forges. Cuando yo estaba en EGB, los últimos años de la dictadura tuve algunos profesores (cuya formación profesional se había forjado en la República), de esos que no se olvidan, de esos que siembran la semilla de la libertad bajo la piel, que va creciendo con el aprender a razonar, con el respeto a las ideas de cada uno, sin imponer las propias a través de la manipulación o del miedo. De mi maestro de Sociales Don Joaquín aprendí lo importante de activar la capacidad  crítica, de cuestionar todo lo que se nos da hecho a través de dogmas; de lo constructivo y enriquecedor del pensamiento libre. 

Cuando tenía catorce años (ya muerto Franco) en el Instituto  ya comprendía muy bien gracias a Marga (excelente profesora de historia, incansable abriendo puertas al razonamiento) o a Pilar (que nos enseñaba las canciones de Paco Ibáñez en francés), que todas las personas debemos ser iguales ante la ley y disfrutar de las mismas oportunidades, y comprendía, por tanto, que el privilegio de reinar que se transmite por herencia no tiene razón de ser, o sea no se sostiene por la razón. La realeza o “casta real” es un estamento social privilegiado, a todas luces obsoleto, rancio e impropio de una sociedad moderna que presume de “leyes de igualdad”. Este mantenimiento de la monarquía, que se salta las leyes físicas del razonamiento humano, que disfruta de un rango de superioridad y lujo injustificado, de una imagen intocable para la opinión publica y  medios de comunicación, es una asignatura pendiente de la democracia actual, es una asignatura donde a los políticos  les corresponde un cero patatero. Y al resto de la sociedad un suspenso, por contentarnos  con lo guapos y lo elegantes que son,  con los largos reportajes de las bodas reales (exposición de modelitos de alta costura), y los discursos de la Navidad, donde con paternalistas palabras el monarca nos dice qué grandioso es nuestro país y que tenemos su beneplácito para vivir en paz, un año más ser felices y comer perdices.Y ni siquiera le pedimos cuentas del gasto que mantener este cuento de príncipes y princesas, nos supone a todos/as. ¡Qué país!

A esto que el rey saca los pies del plató y saltándose las normas del protocolo y la diplomacia (su ocupación principal) manda  callar a un jefe de estado, porque le da la real gana. Y esto es aplaudido por mucha gente, y yo que  razono de vez en cuando pienso que si tan bien lo ha hecho, que le den el trabajo a mi vecina  Pepa, lo haría mucho mejor, esa si que le iba a soltar al Chaves una retahíla que iba a dejar al presi venezolano más tieso que un palo, porque si chulo el Chaves, pa chulita la  Pepa… aunque Juan Carlos también lo intenta, pero mi vecina se conformaría con mucho menos sueldo, nos saldría más baratito y también le encanta viajar.

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Pero claro, tratándose del monarca todo lo que salga por su real boca sirve para aumentar el prestigio de su patriótica majestad. ¡Qué país!

En otro capítulo del cuento la infanta se separa y la gente se asombra, “es que eso no le pega a una princesa”, y yo me asombro de que la gente se extrañe, porque ¿no saben que en este país ya existe el derecho al divorcio? ¡Ah!, que eso no está bonito en la realeza, ellos son de otro estilo, siguen unas normas de hace siglos, tan antiguas como las de la iglesia católica, ¿hasta que la muerte los separe? ¡Claro!, por eso se mantiene la monarquía; es que tienen un rango por encima de nuestras leyes, un rango divino!.. Aquí hay algo que no encaja. Y yo me pregunto, cuando a los escolares les enseñan en el cole el capítulo de la monarquía ¿les dicen que se dejen la capacidad de razonar en casa ese día? Porque aunque todos somos “iguales”, ninguno de ellos llegará a ser rey o reina jamás de los jamases porque la varita mágica no les ha concedido nacer en el palacio para tener la sangre azul de un Borbón, que les rodee de lujo y majestad que ningún plebeyo se atreverá nunca a cuestionar.

Espero que para hablar de la familia real valga el derecho de libertad de expresión…no lo tengo muy claro… y pa colmo el otro día eché en la estufa un periódico donde estaba su foto…sin mala intención… es que en la misma página había una foto de Franco, del día en que decide que Juan Carlos le sucedería en la jefatura de Estado… espero no haber hecho nada inconstitucional ya que el periódico era de una fecha anterior a la Constitución, y además ustedes lo comprenderán: el dictador no tiene mi afecto, ni mi aprobación. ¡Ni siquiera era guapo!
 

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