La vida se destila –silenciosa–
a través de los hitos de su historia
repletos de asteroides de memoria
otorgando una fecha a cada cosa.
Sin embargo el recuerdo y su constancia
no sirven sin la suave distinción
del alma, impregnada en sensación
a través de un sabor o una fragancia.
Acaba una semana culminada
por sentir esplendor en Jesucristo,
por asir sentimiento desprovisto
del tiempo o de la fecha prefijada.
Ya todo se esfumó del calendario:
la vida suma y sigue sin cuartel.
Aún así, sobre el tiempo de papel
queda siempre en la retina Su sudario
que, vacío –victoria ante el Calvario–
completa nuestro puzzle junto a Él.