“La memoria histórica”, como estribillo.

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Leemos diariamente muchas intervenciones de dirigentes del PP, sobre cualquiera de los problemas que afectan a la sociedad española, andaluza o sevillana, y siempre terminan dándoles “caña” al presidente o alcalde correspondiente con el estribillo de “….y eso de la memoria histórica”. El uso de estribillos es muy socorrido, sobre todo por parte de aquellos (no solo políticos) más alejados de la realidad cotidiana de una parte importante de nuestra sociedad. O sea “los aparatos”. 

Sin embargo no siempre fue así, recuerdo cuando le envié al anterior Presidente de Gobierno, las fotocopias de unas páginas del libro “Mis Memorias” del Dr. Pedro Vallina que reeditamos allá por el año 2000, donde hacía mención a un miembro de su familia, recibiendo semanas más tarde una nota personal agradeciendo el detalle y corrigiéndome el parentesto del familiar. Detalles similares he tenido con dirigentes del PSOE, del PA y máximos responsables del PCE, con reacciones o silencios clamorosos, que hoy se podrían calificar, muy duramente, en función de ese “cambiazo brusco” de discurso, ya sean personales o de grupo.

Evidentemente la utilización sistemática de un término de las características de “memoria histórica”  no es gratuita, sino que persigue despegarlo de sus orígenes (desaparecidos, fosas comunes, represión, franquismo, etc..) además de vaciarlo de contenido (ya se aplica hasta cuando se quiere “vender” la restauración de un horno de cal). Algo similar ha ocurrido con otros muchos, por ejemplo; hoy la “revolución” es la que hace un banco. La “utopía” es poder pagar la hipoteca y no una forma de calificar a los anarquistas. Los “antisistemas” son aquellos que, aunque algunos gobiernen y la mayoría de ellos cumplan con las normas –incluso las fiscales-, convoquen una manifestación antimilitarista.

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En el fondo, realmente lo que les preocupa a todos, es perder el control de una sociedad que se mueve, como es el caso de todo lo relacionado con la Recuperación de la Memoria Histórica. Sino hay que “meterlo en verea” asignándole un año –o seis meses- de conmemoraciones para después desmantelarlo. También se puede intentar desprestigiarlo o alejarlo de los medios de comunicación, incluso destruirlo, pero sobre todo “vaciarlo de contenido” pensando en un futuro mas o menos cercano.

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