Todavía no es amor

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(Lucas 4, 21-30)  Si cuando lo ves no da un vuelco tu corazón, y sólo lo miras con admiración y aprecio; no te engañes, todavía no es amor. 

Si sólo ves en él lo que te gusta y no has descubierto todo a lo que vas a tener que renunciar por entregarle tu vida; si sólo lo quieres “a ratitos”; no te engañes, todavía no es amor.
Si no te gusta verlo libre, desarrollando todo lo que es; si sientes celos de todo lo que hace y querrías retenerlo siempre en un nido de caricias; todavía no es amor.
Si no estas dispuesta a renunciar a tu propia vida (a lo peor ni siquiera la tienes) para construir juntos una vida de fecundidad y comunión; no te engañes, todavía no es amor.
Si te entregaste y sospechas que él no lo hizo; si te entregaste y te avergüenzas; si te entregaste y te justificas: que no es tan importante, que todo el mundo lo hace, que esto es pasajero…; todavía no es amor.
Si no estás dispuesta a sacrificarte y a entregarle todo lo que eres; si no estás dispuesta a asumir momentos de cruz y dolor; no te engañes, todavía no es amor.
Si sientes que en vuestra relación hay temor a la verdad y falta una plena intimidad de confianza; si no te atreves a decirle lo que de él piensas, todavía no es amor.
Si haces planes sin que él sea lo más importante, lo primero y, en el fondo, lo único que te importa; no te engañes, todavía no es amor.
Pongamos que la persona de quien te has enamorado tú, y  yo también, es Jesús, el de Nazaret; nunca pienses que ya lo amas lo bastante, porque sólo amando la vida y a cada persona hasta la raíz de su ser estás en camino de amarle.

 

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